domingo, 16 de febrero de 2020

La España vaciada

Se ha puesto de moda. Y me parece la mar de bien. Es posible que una mejor distribución de la población nos haga a todos más felices. Pero hay un pequeño detalle necesario para que ello ocurra: que también se distribuyan territorialmente las posibilidades de vida.

Reflexiono al respecto y, con ese espíritu bucólico que tan fácilmente me lleva al campo o a un pueblo perdido en cualquier sierra o páramo, imagino una vida mejor. Las experiencias de dos compañeros periodistas hace unos años son algunos de mis referentes.

Cada uno de ellos y sus familias regresaron a Jerez una vez comprobaron que había sido suficiente con lo vivido en aquellos pueblitos mesetarios. Quizá haya mucha demagogia sobre lo bien que nos iría a todos en esos lugares tan llenos de obstáculos por otra parte.

Lo despoblado tiene su encanto tal cuál. Digo yo. Pero, en cualquier caso, cuando hablo de la España vaciada quizá también me refiera a un casco histórico como el de Jerez del que en los años 70 u 80 fueron tantos los que parecieron salir despavoridos hacia los nuevos barrios.

Los movimientos demográficos son siempre fruto de demasiadas cosas. Y lo que es complejo requiere de pensadas más profundas que lo que escucho, por ejemplo, en estos momentos en la tele. Teruel existe. O Soria. Pero los flujos de población no se improvisan.

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