El urbanita necesita conversar con Sebastián, olivarero de Setenil más del campo que un terrón; con la dicharachera Nieves, que tiene una parcelita con algodón en Arcos, o con Alfonso, agricultor jerezano de otra pasta. Diversos pero pegados todos a la tierra.
Por un campo vivo, lema en la pancarta de cabecera de la movilización que he estado contando en Cadena, es la evidencia de una preocupación lógica: si dentro de un tiempo sigue con vida pese a los bajos precios a la producción igual es de puro milagro.
Y luego están los aranceles del puñetero Trump, el Brexit y sus mil incertidumbres, el veto ruso, los precios en estanterías que escandalizan a los camperos cuando ven en los supermercados cómo venden lo que a ellos les pagan con dos gordas...
Es gente que merece mucho mucho mucho la pena. Es una actividad que no podemos ningunear. Y si Asaja, Coag, Upa o los cooperativistas se unen en estos difíciles momentos, qué hacen los políticos tirándose los trastos a la cabeza a su costa?
No hay comentarios:
Publicar un comentario