Discúlpenme si esbozo algunas reticencias, sobre todo ante lo irreconciliable de las convicciones que aprecio en uno y otro sentido. No hay dos verdades extremas. Sólo me cabe lo sensato. Y lo natural es la vida.
Los animales luchan por salir adelante. Las personas, además, cuentan con la capacidad de hacerlo con la esperanza puesta en los elementos que nuestras capacidades médicas y tecnológicas ponen a nuestro alcance.
Escucho a quien ayudó a morir a su mujer, a quien esgrime ideología y a quien encontró paliativos que quitaron de la cabeza la idea. Escucho a todo el mundo. También a mi conciencia. Y me hace sufrir el debate.
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