Oscurece el cielo sin paliativos sobre una ciudad pequeña a la que tanto marca su presencia a la falda de la montaña. El fresco es agradable tras otra jornada de 25 kilómetros que, sin embargo, hemos sido capaces de convertir en una fiesta tras el martirio de la bajada desde el Monte Irago ayer y justo antes de la otra gran subida de estas trece etapas que nos propusimos #3enelcamino: O Cebreiro nos espera mañana. Realmente nos quedaremos en puertas, inmediatamente antes del límite con Galicia.
Quizá por eso, y por su llanura, era un día esta quinta edición del Camino de Santiago para que la música de gaitas nos anticipara ya el inmediato ingreso en la comunidad autonómica más noroccidental de la península así como que nos sumara el buen vino de El Bierzo o que cupiera siesta sobre agradable césped en la ribera de uno de esos ríos que por estos pagos no se disfrutan sólo a base de paseo fluvial o pesca. Bañarse en ellos es el objetivo de los lugareños, aunque no sepan de calores como los agosteños en Jerez.
El caso es que la salida desde Ponferrada por el puente sobre el río Sil ya pregonaba sesteos posibles al albur de tan gratificantes sensaciones. Mascábamos la tranquilidad con que podríamos desarrollar tal etapa entre plantaciones de calabaza, perales, manzanos, castaños y viñedos. Y sólo con ella ya era más fácil ir tejiendo un rosario de visitas a templos que comenzó en San Esteban de Columbrianos y continuó en la ermita del Santo Cristo de Fuentes Nuevas, la iglesia de la Asunción de Camponaraya o la capilla superpoblada de pasos de San Roque en Cacabelos.
En ese ambiente, no dejan de ser muy estimables sugerencias, tan inesperadas como agradecidas, las de los sones de gaitas que nos envolvió en Camponaraya. Nos atrevimos a entrar en el local de ensayo y nos encontramos a dos chicos de la Escuela Castro Bergidum. Corregían una y otra vez un determinado fragmento de una pieza popular. Nos daba igual que sólo fuera eso y no todo un concierto en nuestro honor. Permitidme que reconozca que no sueño más llamativa entrada en la plaza del Obradorio que la que nos brindaría toda una escuadra de gaiteros. Iluso, verdad? Pues dejadme que lo sea si luego soy capaz de hacer fiesta por toparme con estos dos jóvenes instrumentistas en pleno ensayo.
Preparados para otra sorpresa agradable? Ya entré en Cacabelos avisado que no debía dejar pasar la oportunidad de probar los vinos bercianos. Y la aparición a la entrada de este gran pueblo de la sede del Consejo Regulador fue el impulso definitivo. Así, ya en su callejero, un patio nos enseñó una cafetería y tras ella un restaurante y más tarde un hotel, el Moncloa que, por la gracia de Dios, cuenta con una tienda de souvenirs y de productos típicos de la zona que, además, recibe al peregrino con una degustación de una determinada marca. Nos tocó un tinto con cuerpo de las Bodegas Martínez Yebra.
La dueña, una enóloga cabal, fue junto a su empleada en la tienda anfitriona de esta pareja que le llegaba desde Jerez con tal historia que contar de superación de las barreras del Parkinson por parte de Carmen. Seleccionados peregrinos de la semana para su publicación en redes sociales, fuimos fotografiados brindando, agasajados con empanada de carne, jamón y patata, abrazados y besados. Todo este recorrido camino de Villafranca del Bierzo ya era suficiente sobreexcitación antes de la dura jornada que mañana nos aguarda. Pero aún faltaba el molino del siglo XVII en pleno funcionamiento que nos invitaron a visitar. Una delicia de jornada!
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