Cuando dijo que "un hijo es una pregunta que le hacemos al destino" seguramente José María Pemán y Pemartín (Cádiz, 8 de mayo de 1897 - Cádiz, 19 de julio de 1981; tan laureado como dramaturgo y poeta) pensaba en ese rictus que provoca la responsabilidad de una paternidad que busca altura de miras. No me sugiere esa frase el autoritarismo relacionable a su pensamiento político y que, sin embargo, tan común sería entonces en las relaciones paternofiliales.
No se me ha ocurrido otra cosa, una vez ha aprobado el Ayuntamiento de Jerez en pleno la retirada de su busto del Teatro Villamarta, que leer escritos de este hombre tan marcado por el régimen franquista y su acendrada vida de fe. "La guerra, con su luz de fusilería, nos ha abierto los ojos a todos: la idea de turno o juego político ha sido sustituida para siempre por la idea de exterminio o expulsión", dijo. Y ésta sí que me deja con una gran incertidumbre. A la vista está que regresó la soberanía popular y la democracia. A Dios gracias.
Pero ello no obsta para seguir buscando. Dejarlo hablar a través de su obra. Y es entonces cuando encuentro una respuesta suya a Millán-Astray. El fundador de la Legión soltó lo siguiente: "Muera la inteligencia! Viva la muerte!". Y aquella memez maltraída por hombre tan próximo al Generalísimo recibió la salida al paso del hombre de la cultura que fue Pemán: "No! Viva la inteligencia! Mueran los malos intelectuales!" Al primero no tanto pero al segundo sí que me permito atribuirle carácter figurado a su referencia a la muerte.
También le asigno sin reparos una actitud de defensa del pensamiento, de la intelectualidad, de la cultura, de las letras... No se dedica a la creación artística quien no aboga por ese respeto para los demás que quien escribe necesita para crear. 'Poema de la bestia y el ángel', poemarios como 'A la rueda, rueda' y 'El barrio de Santa Cruz', conferencias como 'La traición de los intelectuales', novelas como 'De Madrid a Oviedo pasando por las Azores', teatro como 'El divino impaciente', 'El romance de los muertos en el campo'...
Cuáles de estas obras conoces? Leerlas es saber fehacientemente de quién hablamos. Todo lo que sea hablar de oídas, valorar sin haber analizado o levantar el brazo en un pleno porque es lo que toca no deja de ser pobre. Quizá sea bueno saber, además, que cada cuál somos hijo de nuestro tiempo y que, quizá, nos toque en un futuro defender nuestras posturas públicas de la crítica acerada de quienes, alejados del contexto, sean tanto o más críticos con nosotros que nosotros con Pemán o con el lucero del alba.
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