Fuga mundi. Ése es el sentido de mis sábados. No es posible soportar mis 'de lunes a viernes' si no consigo hacer el vacío en mi mente y hasta en mi actividad física al llegar el sexto día de la semana. Por ello no debe ser una casualidad que, por obra y gracia de un regalo de mi hermano Javier Fernández Martos, hoy lo esté disfrutando paladeando cada imagen, cada canto, cada frase del video 'Vigilantes de la noche'. Lo podéis ver en mi muro de Facebook.
La noche oscura del alma existe. Y cobra formas que recrudecen mi reconocible capacidad de sufrimiento. Por ello, es día de hacerme 'tonsura' puntual. Otros van apareciendo en la pantalla con mayor pretensión que yo. Un hijo de la Revolución del 68, drogas y alcohol inclusive. Un chico procedente de familia convencidamente catolica. Un motero tan volube y veloz como puede llegar a ser la vida sobre las dos ruedas. Un joven lleno de incertidumbres con familia no necesariamente cercana a la fe. Son hoy monjes benedictinos.
Votos definitivos, vida en el monasterio hasta la muerte. El monje escribe sus votos, los muestra uno a uno a todos y cada uno de los compañeros de comunidad en una sencilla pero impactante procesión ante ellos con el documento en la mano hasta llegar a la mesa del altar y colocarlo bajo la hostia consagrada en signo de compromiso inquebrantable. En ello están. Y así lo cuentan mientras el canto gregoriano acompaña tanta sugerente explicación de lo que ocurre tras los muros de Le Barroux.
"No hay nada comparable a lo que Dios nos da" dicen a la hora de salir al paso de la curiosidad por el rigor de las exigencias del ora et labora que dictara San Benito. Maitines, Lectio Divina, reflexión ante los textos de los Padres de la Iglesia, Prima, Tercia, Sexta, Nonas... se dan la mano, desde hace más de quince siglos en el monasterio francés, con la labor de panaderos, cocineros, herreros, agricultores, viñadores, campaneros, ebanisteros, sastres o bibliotecarios que también les toca.
Bálsamo en la noche del alma que a veces toca cruzar resultan una cosa y también la otra. La serena penumbra del monasterio francés ayuda, y el entorno de esa zona cercana a Los Alpes también. Pero no es lo más importante. "Cada vocación es única, cada experiencia personal..." percibo en mi abandonado francés ahora desempolvado pese a la subtitulación de las imágenes. Todo en Le Barroux es fidelidad. Al magisterio, a la liturgia, a la regla y al espíritu de San Benito. Pero... "no sirven para nada, qué hacen?", dice alguno sobre ellos.
Hoy están haciendo mucho por mí. Y cuando no esté viendo el vídeo lo seguirán haciendo desde su oración. Termina el audiovisual y también esta entrada en mi blog. Comienza el informativo en la tele. "Grecia estrena ministros más pragmáticos!", escucho. "Los monjes hicieron Europa, pero no fue a propósito, fue una aventura interior", leí en 'Vigilantes de la noche'. Ahora me cuesta mirar a mi alrededor sin relacionarlo todo con lo vivido entre los muros del monasterio.
Y sorprende comprobar que no resulta difícil, ni raro. Que los monjes no están tan lejos del mundo ni para nosotros ocurre allí nada que no nos sirviera para vivir mejor nuestra existencia. Otro beneficio más de este mi sábado benedictino.
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