Si consigo evadirme de la cuestión puramente estética... eso que nuestros abuelos llamaban urbanidad... os aviso. Ya os digo que no será fácil. Pero tengo que intentarlo porque, al final, no es lo más importante aquello que nos ralle a la vista. Así, de paso, evito que alguien me diga que, detenernos en cosas como ese episodio en la Gran Vía de Murcia de la nueva directora de comunicación del actual gobierno de Barcelona, es plantar una cortina de humo ante lo verdaderamente importante.
La toma de decisiones alegres que no buscan más que arrasar con lo anterior 'per se', la puesta en riesgo de la paulatina mejora de la economía actuando irreflexivamente, las iniciativas que se arrogan un impulso ciudadano cuando a veces no hay más que el refrendo del grupito de la asamblea, la deriva del borrón y cuenta nueva evitando del pasado hasta su capacidad de enseñarnos algo... Todo eso es lo más preocupante. Lo verdaderamente inquietante del descontrol como fórmula de gobierno.
Por no apartarnos de Barcelona, las limitaciones de la alcaldesa Colau a las licencias en el sector turístico ya han hecho, el primer día, que se pierda una importante inversión asiática. La Ciudad Condal es una de las mayores referencias para los amantes del turismo urbano. El caso es que ni marca tan valiosa aguanta los embites de quien no se piense las cosas dos veces o, apóstoles del consenso como algunos se declaran, no haya consulta a los representantes de tan importante sector para la economía.
La total legitimación que algunos creen les otorga los resultados electorales es una quimera. También lo es la total desconfianza en ciertos sectores de población a los que se agrede con determinadas actitudes innecesarias. Lo total acuna el totalitarismo como 'modus operandi'. Y no lo es mejor porque venga de la izquierda que cuando la Historia nos lo ha traído desde la derecha. Lo cierto es que, todo lo que está ocurriendo en esta revolución política, puede quedar en agua de borrajas en manos de la insensatez.
A mí, sinceramente, me da igual donde mee Agueda Bañón. Mal que me pese el mal gusto y la nula educación demostrada. Pero me niego a aceptar que nadie, por muy avalado que se considere por las urnas, contemple la posibilidad de contemplar nuestra Democracia, el menos malo de los sistemas, como una escupidera en la que sean miccionadas las ocurrencias más peregrinas. Vengan de donde vengan.
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