Cuando el obispo dijo el martes en el patio de San Juan de Letrán que «el hombre tiene la huella de Dios y no solamente vive de pan sino que con una mirada de Nuestro Padre Jesús somos capaces de amar donde eramos incapaces» tuvo el acierto de llevar a las plantas del «jefe de la casa», que así lo llamó informalmente en su visita previa a la capilla de Cristina, el sentido de una conferencia que se resume en que «la fe ayuda a la ciencia a abrir los ojos para ver, con absoluta claridad, la humanidad y evitar así que sea violada por el poder de las tecnologías».
Monseñor José Mazuelos Pérez, pastor diocesano de Asidonia-Jerez, desarrolló el título De la ciencia a la fe, en los Veranos Nazarenos que organiza la Hermandad del Nazareno. Y lo hizo haciendo gala de la rotundidad de unos contenidos bioéticos en los que se mueve como pez en el agua y en un tono agradable y campechano que sorprendió a todos los asistentes pese a que con esa actitud no hizo sino confirmar ese talante que ya se le presumía desde que se le anunció como nuevo prelado. La intervención, cuya expectación llenó el patio del este céntrico templo jerezano, llevó al pastor diocesano a afirmar tanto que «la Iglesia no está contra la ciencia» como que «la biotecnología satisface el viejo deseo del hombre de ser como Dios». La naturaleza y la vida humana fueron los núcleos en los distribuyó los contenidos presentados. Hubo referencias a la nueva encíclica de Benedicto XVI, ‘Caritas in veritate’, centrando el tema de la conferencia en el reconocimiento que «lo que está en juego es la aceptación de una razón abierta a la trascendencia o una razón encerrada en la inmanencia». El problema es «cómo se usa la biotecnología», explicó a lo largo de la intervención.
Al adentrarse en el bloque relativo a la relación del hombre con la naturaleza señaló que «en la técnica se manifiesta y confirma el dominio del espíritu sobre la materia». Bebiendo de nuevo en la fuente de la encíclica refirió Mazuelos que «la tecnología tiene un rostro ambiguo, pues el desarrollo tecnológico puede alentar la idea de la autosuficiencia de la técnica». «La relación del hombre con la naturaleza viene cada vez más pensada como el dominio del hombre sobre ella, que se traduce como el uso, el sometimiento y la manipulación de la misma», añadió detallando que, en este caso, «no es visto ya como un desinteresado deseo de conocer la verdad, sino cada vez más es considerado como un saber útil que debe dar al hombre el dominio sobre la naturaleza». Monseñor Mazuelos indicó que «es necesario recuperar un concepto teleológico de la naturaleza» así como que «en la naturaleza hay algo más que un material bruto, susceptible de manipulación sin límite». Y dijo: «Significa advertir que la naturaleza no se reduce a las abstracciones de la ciencias, que no agotamos lo que la naturaleza es juntando lo que nos dice la física, la química, la biología y demás ciencias».
La segunda parte, dedicada a la vida humana, llevó a asegurar al obispo de Asidonia-Jerez que «si en la Modernidad se podía hablar de la ciencia como una construcción, en la Postmodernidad ésta se ha convertido en una empresa, manejada con la lógica de la eficiencia y ordenada a una lógica de lucro». «La tecnociencia ha devenido en una empresa para la empresa», completó la idea. Habló también, al desentrañar esa visión actual, de «productivismo» aceptado «sin que podamos cuestionar la ganancia o la pérdida social que resulta de ellas», así como de la «apertura de par en par de la puerta del consumismo y del materialismo, reduciendo la realidad y el sentido de la vida humana al campo de los deseos».
Concluyó en la «exclusión de toda referencia a la espiritualidad de la persona», la concepción del ser humano como «un cuerpo sin espíritu» que se hace «instrumento al servicio de un proyecto de bienestar elaborado y ejecutado por la razón técnica que calcula cómo podemos obtener el máximo provecho». Aborto, eugenesia y eutanasia se hicieron presentes en el análisis Mazuelos, que es doctor en Medicina como se conoce. Y temió, por todo ello, la consideración del cuerpo puro «material biológico» con fines curativos o paternidades deseadas, una «sexualidad despersonalizada e instrumentalizada» y «la ausencia de diferencias entre el hombre y los animales».
Así, a nivel de conclusiones y antes de abrirse a las preguntas de los asistentes en el tono distendido que envolvió el acto, el pastor indicó que, ante los indudables beneficios de la biotecnología, es preciso «estar alerta y no nos podemos dejar obnubilar por ellas, pues está en juego la deshumanización del hombre».
Monseñor José Mazuelos Pérez, pastor diocesano de Asidonia-Jerez, desarrolló el título De la ciencia a la fe, en los Veranos Nazarenos que organiza la Hermandad del Nazareno. Y lo hizo haciendo gala de la rotundidad de unos contenidos bioéticos en los que se mueve como pez en el agua y en un tono agradable y campechano que sorprendió a todos los asistentes pese a que con esa actitud no hizo sino confirmar ese talante que ya se le presumía desde que se le anunció como nuevo prelado. La intervención, cuya expectación llenó el patio del este céntrico templo jerezano, llevó al pastor diocesano a afirmar tanto que «la Iglesia no está contra la ciencia» como que «la biotecnología satisface el viejo deseo del hombre de ser como Dios». La naturaleza y la vida humana fueron los núcleos en los distribuyó los contenidos presentados. Hubo referencias a la nueva encíclica de Benedicto XVI, ‘Caritas in veritate’, centrando el tema de la conferencia en el reconocimiento que «lo que está en juego es la aceptación de una razón abierta a la trascendencia o una razón encerrada en la inmanencia». El problema es «cómo se usa la biotecnología», explicó a lo largo de la intervención.
Al adentrarse en el bloque relativo a la relación del hombre con la naturaleza señaló que «en la técnica se manifiesta y confirma el dominio del espíritu sobre la materia». Bebiendo de nuevo en la fuente de la encíclica refirió Mazuelos que «la tecnología tiene un rostro ambiguo, pues el desarrollo tecnológico puede alentar la idea de la autosuficiencia de la técnica». «La relación del hombre con la naturaleza viene cada vez más pensada como el dominio del hombre sobre ella, que se traduce como el uso, el sometimiento y la manipulación de la misma», añadió detallando que, en este caso, «no es visto ya como un desinteresado deseo de conocer la verdad, sino cada vez más es considerado como un saber útil que debe dar al hombre el dominio sobre la naturaleza». Monseñor Mazuelos indicó que «es necesario recuperar un concepto teleológico de la naturaleza» así como que «en la naturaleza hay algo más que un material bruto, susceptible de manipulación sin límite». Y dijo: «Significa advertir que la naturaleza no se reduce a las abstracciones de la ciencias, que no agotamos lo que la naturaleza es juntando lo que nos dice la física, la química, la biología y demás ciencias».
La segunda parte, dedicada a la vida humana, llevó a asegurar al obispo de Asidonia-Jerez que «si en la Modernidad se podía hablar de la ciencia como una construcción, en la Postmodernidad ésta se ha convertido en una empresa, manejada con la lógica de la eficiencia y ordenada a una lógica de lucro». «La tecnociencia ha devenido en una empresa para la empresa», completó la idea. Habló también, al desentrañar esa visión actual, de «productivismo» aceptado «sin que podamos cuestionar la ganancia o la pérdida social que resulta de ellas», así como de la «apertura de par en par de la puerta del consumismo y del materialismo, reduciendo la realidad y el sentido de la vida humana al campo de los deseos».
Concluyó en la «exclusión de toda referencia a la espiritualidad de la persona», la concepción del ser humano como «un cuerpo sin espíritu» que se hace «instrumento al servicio de un proyecto de bienestar elaborado y ejecutado por la razón técnica que calcula cómo podemos obtener el máximo provecho». Aborto, eugenesia y eutanasia se hicieron presentes en el análisis Mazuelos, que es doctor en Medicina como se conoce. Y temió, por todo ello, la consideración del cuerpo puro «material biológico» con fines curativos o paternidades deseadas, una «sexualidad despersonalizada e instrumentalizada» y «la ausencia de diferencias entre el hombre y los animales».
Así, a nivel de conclusiones y antes de abrirse a las preguntas de los asistentes en el tono distendido que envolvió el acto, el pastor indicó que, ante los indudables beneficios de la biotecnología, es preciso «estar alerta y no nos podemos dejar obnubilar por ellas, pues está en juego la deshumanización del hombre».
(La Voz, 02-08-09)
cuanta razón, un beso
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