viernes, 3 de julio de 2009

Un cocodrilo en La Costilla


Es el sitio más visible de esta playa roteña. En el centro del arenal, las personas que bajan la escalinata desde la plaza entre la avenida de Sevilla y la calle de Higuereta se encuentran con la fiera. Y aunque no tiene sentido la presencia de un cocodrilo en La Costilla basta decir que, para ello, sólo hacen falta kilos y kilos de arena y tiempo que perder en reunirla, modelarla, colorearla y mostrar la obra para admiración de los bañistas y sorpresa, sobre todo, de los niños. Al rato de estar contemplando el trabajo, al que apenas si hay que reprocharle la crueldad que muestra al réptil con un brazo seccionado y sangriento cerca, sube, paseando desde el agua, un hombre de mediana edad, aire bohemio y un porro en la boca -mal ejemplo para aquellos menudos visitantes de la escultura, los críos, a los que, en el fondo, más llama la atención-. Se llama Carlos, es portugués y,a la vista está, todo un artista. Sabe que su cocodrilo tiene fecha de caducidad. Pero pese a lo efímero del trabajo, de momento, no renuncia a retocar cuanto se va estropeando. Aún puede verse.

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