Me ha encantado, esta semana, encontrar en el blog de La Borriquita el texto de la nueva encíclica de Benedicto XVI. Me sugirió, aquel primerizo encuentro con el texto de la 'Caritas in veritatis' en el órgano informativo oficial de una cofradía, unas hermandades que están al loro de cuanto el magisterio de la Iglesia va generando. Me alegro.
No es baladí. Nunca lo son los textos pontificios. Y jamás la visión extraordinariamente analítica de este papa intelectual y contemplador versado del mundo en el que nos toca vivir. Así, esta primera encíclica de tono social de su pontificado llega, en plena crisis, para urgente búsqueda de respuestas que, seguro, sirven a todos aquellos que, confesos o no, quieren la mejor salida de ella.
Resulta admirable el compromiso con el que Benedicto XVI aborda el momento que vivimos. Pero casi más aún el conocimiento de parámetros económicos de alta escala que demuestra en la mayor parte de sus sesenta y seis páginas. La especificidad de su discurso llega a cuestiones como el tono empresarial necesario siempre aunque especialmente en estas circunstancias actuales.
Y lo que hace el Papa inmiscuyéndose en estos asuntos, como hay quien se apresura a señalar considerando que no corresponden a las competencias de la Iglesia, es, justamente, desmontar esa idea generalizada con la que la sociedad intenta, desde la política o desde otras esferas ciudadanas, maniatar a la institución eclesial, acallar antidemocráticamente una voz absolutamente legítima.
Lean Caritas in veritatis, incorpórenla a los planes de las aulas de formación cofrades. No basta con dar competencias caritativas al último consiliario de la junta. Créanme.
No es baladí. Nunca lo son los textos pontificios. Y jamás la visión extraordinariamente analítica de este papa intelectual y contemplador versado del mundo en el que nos toca vivir. Así, esta primera encíclica de tono social de su pontificado llega, en plena crisis, para urgente búsqueda de respuestas que, seguro, sirven a todos aquellos que, confesos o no, quieren la mejor salida de ella.
Resulta admirable el compromiso con el que Benedicto XVI aborda el momento que vivimos. Pero casi más aún el conocimiento de parámetros económicos de alta escala que demuestra en la mayor parte de sus sesenta y seis páginas. La especificidad de su discurso llega a cuestiones como el tono empresarial necesario siempre aunque especialmente en estas circunstancias actuales.
Y lo que hace el Papa inmiscuyéndose en estos asuntos, como hay quien se apresura a señalar considerando que no corresponden a las competencias de la Iglesia, es, justamente, desmontar esa idea generalizada con la que la sociedad intenta, desde la política o desde otras esferas ciudadanas, maniatar a la institución eclesial, acallar antidemocráticamente una voz absolutamente legítima.
Lean Caritas in veritatis, incorpórenla a los planes de las aulas de formación cofrades. No basta con dar competencias caritativas al último consiliario de la junta. Créanme.
(La Voz, 12-07-09)
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