domingo, 26 de julio de 2009

Los sonidos del silencio


Veinte años de radio me han enseñado que, al resultado final de una emisión, no le basta con el valor de las palabras y la música. Bueno, eso ya lo descubre uno a las primeras de cambio. Con ser oyente sobra para apreciar el sentido de un silencio a tiempo.
Pero, gracias a Dios, la edad lo dota a uno de la capacidad de seguir descubriendo en la vida que en esos cada vez más apreciados silencios tiene uno a un aliado espléndido. Al becario le quema una primicia en las manos y está deseando contarla en su medio de comunicación aunque la destroce. Al periodista cuarentón le solaza decir que vale más por lo que calla.
Pero existe, a menudo, una combinación entre ambas actitudes que termina satisfaciendo más que cualquiera de las dos anteriores. No en balde si un silencio es lo suficientemente elocuente como para expresar una situación terminará aunando inteligencia y mesura. Lo cantaron Simon y Garfunkel en un tema inolvidable.
Y permítanme que les diga que puede aplicarse ahora a los cofrades del Consuelo. Aunque, claro, qué voy a decir yo. ¿Verdad? Pues déjenme explicarles que la Hermandad que acaba de decidir formal y unánimemente su salida de la iglesia de las Viñas hacia su radicación definitiva en el barrio, pese a las muchas dificultades que ello entraña, afronta el reto de modo ejemplar.
La hermandad más querida entre las de nueva factura, aquella que más asombra y la que mejores alientos cosecha dentro y fuera de la 'Casa Grande' -es evidente que no hablo del Consuelo- bordeó el escándalo en su cambio de sede. No sería sólo culpa de ellos. Claro. Pero así ocurrió. Y tendrían razón, pero se lió, hasta que alguien externo actuó con sensatez. Hoy son un espléndido ejemplo.
Sin ánimo de comparar, el silencio con el que el Consuelo está abordando su existencia, de un tiempo a esta parte, está a la altura de los talantes más constructivos que uno puede echarse a la cara en el mundo de las cofradías. Pero, sin pretenderse expresamente, éste es un silencio con sonidos, una callada por respuesta a un despropósito pastoral que me reafirma en mi idea de que, en el siglo XXI, la santidad es seglar. Lo dice el periodista.

(La Voz, 26-07-09)

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