«Ya estoy acostumbrado a mojarme», reconocía ayer Fernando Noriega cuando en plena calle Larga entregaba, bajo la lluvia, dípticos de la campaña del Día de los Sin Techo. Así es como debieron afrontar la concienciación entre los viandantes ante la jornada que hoy promueven diversas entidades y que, en Jerez, impulsa especialmente Cáritas Diocesana. Eso sí, desde la Red de Integración Social.
Fernando tiene 35 años, una hija de 10 en Venezuela, trato muy educado y un par de años aquí, solo en la ciudad, acumulando episodios propios de esa dura experiencia que constituye intentar ganarse la vida durmiendo donde puede. «¿Sabes dónde está la calle Arcos? Pues allí, cerca de la vía del tren», me señala el lugar donde llegó a tener cama. O como pueda llamarse aquel lecho de cartones que no olvida.
Mientras, Seku Siya, de apenas 20 años y procedente de Malí, cuenta cómo lo intentó más de una vez en las obras. Allí donde un día le dieron trabajo como peón hubo de buscar refugio para pernoctas irrepetibles. Pero no por su extraordinario confort, claro está, sino porque los guardas le dejaban bien claro que sólo se lo permitían una noche. Para entonces llegó la crisis y se quedó sin el trabajo que vino buscando.
La calle iguala
Ambos son inmigrantes y, de hecho, no son pocos los que, de entre ellos, viven al raso, rebuscan en la basura y agrian su carácter en medio de dificultades insondables. Tanto que, como advierte la coordinadora del centro de día El Salvador Ana Castro, «aunque hay gente que cree que están ahí por gusto, a veces me comparo con ellos y pienso que si a mí me pasaran todas esas cosas juntas no sabría qué hacer».
Pero no son mayoría. Los nacionales siguen siendo más aunque Fernando lo tiene claro: «La calle iguala». Y ello aunque no le falta alguna queja de racismo. Hoy en día tanto él como Seku han dejado atrás sus peores experiencias. Incluso las noches en el Albergue Municipal, donde denuncian falta de plazas y pocas noches de permanencia. Habitan un piso de Cáritas que los coloca en puertas de la reinserción.
Estados vitales estresantes
Las estadísticas dicen que Jerez mantiene en sus calles a 20 personas. Ellos cuentan mentalmente y, casi poniéndoles nombre, corrigen: «¡Pero si deben ser casi 100!». Unos fueron abandonados de pequeños e ingresados en centros de acogida de menores; a otros les ha coincidido una separación, una pérdida de empleo y una enfermedad, o son víctimas de violencia doméstica. Y les ocurre todo a la misma vez.
«Somos invisibles –se queja Fernando–, sólo ven ustedes a la persona que va al contenedor o a quien duerme en la calle; deberían conocernos mejor». Y, con todo, aún es posible –como evoca Seku– el recuerdo de aquellos afectos que, casi con fecha de caducidad, han recibido a modo de bocadillo de una vecina que les vio en un banco o de sonrisa de un niño que ya advierte que esa vida no es como la suya.
Ambos echan en falta más recursos para todas estas personas aunque lo cierto es que no tienen palabras para el buen trato recibido en el centro de día El Salvador. Nació en el año 2006 fruto de los esfuerzos mancomunados entre las Hijas de la Caridad, que ya atesoran más de un siglo de atención en su comedor social, y Cáritas. En sus instalaciones apenas caben 15 personas.
Fueron un total de 79 las que, en 2009, acogieron, pese a todo, convirtiéndose en un buen instrumento para efectuar derivaciones hacia aquellos otros recursos que, como el propio Albergue Municipal o el Hogar San Juan que mantienen los Hermanos de la Misericordia, completan el mapa de estas atenciones a los sin techo. En el centro de día aprenden responsabilidad, higiene, honestidad y solidaridad.
Entre talleres varios, partidas de ping pong o salidas a exposiciones o al campo confían en salir de ésta para que, como dice el lema de la campaña de este año, no haya nadie sin derecho ni nadie si hogar. La lucha sigue, mientras tanto, a la búsqueda de la dignidad que, como aseguran, llegaron a perder.
(La Voz, 28-Noviembre-2010)
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