Es Miércoles de Pascua. Y la tradición, ésa que quizá me dificulte disfrutar del nuevo e importantísimo momento litúrgico, me obliga a hacer balance. La memoria indaga en los detalles en una suerte de prospección que me da mucha pereza, algo que no me hace feliz. Intelectualizo qué narices me impide disfrutar de ese recuerdo y no llego a ninguna conclusión constructiva. Y mientras dale que dale a la cabeza que, de pronto, recuerda el exorno floral del palio de los Dolores. Qué valiente, qué original. O la disposición de los cuatro faroles de guía en aspa de la Piedad en Carrera Oficial. Rebuscada quizá, curiosa en cualquier caso. Tiene esas cosas la memoria. Si uno quiere aterrizar en la comparativa de los detalles se percata pronto en la falta de éxito porque, al menos en mi caso, no hay capacidad de recuerdo suficiente como para controlar todo aquello que sería necesario para que la operación surtiera el verdadero efecto de constituir un balance eficiente.
Es Miércoles de Pascua. Y ya he desechado la posibilidad de semejante encomienda. ¿A quién le importa, de verdad, qué pienso yo del transcurso de una u otra cofradía por las calles de Jerez? Es más, ¿cómo convertir en categoría cualquier consideración al respecto aunque encontrará que usted, querido o querida oyente, está de acuerdo conmigo en alguno de los análisis que realizara en esta tarde preciosa, más para disfrutar de cofradías en la calle que para evocarlas y con ansias evaluatorias? Y se me ocurre otra que se recrudece en la marmita de mi propia exigencia de modestia reflexiva: ¿Quién soy yo para creerme con la autoridad para poner calificativos al esfuerzo individual y colectivo de cofrades y hermandades, de corporaciones y ciudad en suma, de cuanto de divino y profano tiene nuestra actual Semana Santa en las calles, de todo aquello que es mimbre de cesto antropológicamente tan complejo como definitorio del alma andaluza, del alma jerezana por tanto?
Es Miércoles de Pascua y, cuando llega el primer 'Carrera Oficial' post-celebración pasionista, me propongo sorprendenles con un argumento que, quizá, mueva al escándalo. Pero eso es la Cruz, eso fue cuando Cristo se abrazó a ella. Puro escándalo para una sociedad a lo mejor no muy distinta a la nuestra en determinados de sus males. Les digo: lo mejor de la pasada Semana Santa, al menos en mi experiencia personal, ha sido, con respeto a la memoria de Nono Merino y cariño para toda su familia, que su muerte revestido del hábito penitencial del Santo Crucifijo de la Salud cuando aún no había siquiera salido de su casa camino de San Miguel nos ha puesto al alcance el recuerdo de porqué nos la vestimos cada año. Él mismo se amortajó sin saberlo. Y nosotros, los que tenemos tanta veneración a la túnica, nos la vestimos, en el fondo, para hacer morir el hombre viejo y resucitar con Cristo. Ahora que llegó la Pascua lo proclamo: la marcha a la Casa del Padre de este nazareno ha sido una inyección de trascendencia y reflexión.
Es Miércoles de Pascua. A quien le importa ahora cómo iban puestas las flores, cómo anduvieron los pasos, qué cortejo iba mejor plantado en la Carrera Oficial, a qué hermandad le sobra tiempo, qué calle se convirtió en verdadero botellódromo, quién se ha convertido en el mejor capataz, cómo deben mejorar las cofradías, qué papel ha hecho la Policía Local en las estaciones de penitencia o el Ayuntamiento en su conjunto o los comerciantes o los artesanos o el ciudadano de a pie colocado en la acera o cruzándose por medio de los cortejos o los niños que piden cera o los que piden estampas o porqué no le damos forma a un futurible Sábado Santo o... Es Miércoles de Pascua. Por el amor de Dios. ¿No les ha conmovido el misterio de la muerte en plena Madrugada Santa? ¿De verdad creen que todo se acabó en el sepulcro? ¿Se hacen a la idea de la imagen que dimos a la sociedad del descreimiento? ¿Aducen de corazón cuando analizan o se empeñan en sesudas reflexiones con los temas menos importantes de lo que ha pasado en nuestras calles?
Es Miércoles de Pascua. No lo olvide.
(COPE, editorial en 'Carrera Oficial', 07-04-10)
Es Miércoles de Pascua. Y ya he desechado la posibilidad de semejante encomienda. ¿A quién le importa, de verdad, qué pienso yo del transcurso de una u otra cofradía por las calles de Jerez? Es más, ¿cómo convertir en categoría cualquier consideración al respecto aunque encontrará que usted, querido o querida oyente, está de acuerdo conmigo en alguno de los análisis que realizara en esta tarde preciosa, más para disfrutar de cofradías en la calle que para evocarlas y con ansias evaluatorias? Y se me ocurre otra que se recrudece en la marmita de mi propia exigencia de modestia reflexiva: ¿Quién soy yo para creerme con la autoridad para poner calificativos al esfuerzo individual y colectivo de cofrades y hermandades, de corporaciones y ciudad en suma, de cuanto de divino y profano tiene nuestra actual Semana Santa en las calles, de todo aquello que es mimbre de cesto antropológicamente tan complejo como definitorio del alma andaluza, del alma jerezana por tanto?
Es Miércoles de Pascua y, cuando llega el primer 'Carrera Oficial' post-celebración pasionista, me propongo sorprendenles con un argumento que, quizá, mueva al escándalo. Pero eso es la Cruz, eso fue cuando Cristo se abrazó a ella. Puro escándalo para una sociedad a lo mejor no muy distinta a la nuestra en determinados de sus males. Les digo: lo mejor de la pasada Semana Santa, al menos en mi experiencia personal, ha sido, con respeto a la memoria de Nono Merino y cariño para toda su familia, que su muerte revestido del hábito penitencial del Santo Crucifijo de la Salud cuando aún no había siquiera salido de su casa camino de San Miguel nos ha puesto al alcance el recuerdo de porqué nos la vestimos cada año. Él mismo se amortajó sin saberlo. Y nosotros, los que tenemos tanta veneración a la túnica, nos la vestimos, en el fondo, para hacer morir el hombre viejo y resucitar con Cristo. Ahora que llegó la Pascua lo proclamo: la marcha a la Casa del Padre de este nazareno ha sido una inyección de trascendencia y reflexión.
Es Miércoles de Pascua. A quien le importa ahora cómo iban puestas las flores, cómo anduvieron los pasos, qué cortejo iba mejor plantado en la Carrera Oficial, a qué hermandad le sobra tiempo, qué calle se convirtió en verdadero botellódromo, quién se ha convertido en el mejor capataz, cómo deben mejorar las cofradías, qué papel ha hecho la Policía Local en las estaciones de penitencia o el Ayuntamiento en su conjunto o los comerciantes o los artesanos o el ciudadano de a pie colocado en la acera o cruzándose por medio de los cortejos o los niños que piden cera o los que piden estampas o porqué no le damos forma a un futurible Sábado Santo o... Es Miércoles de Pascua. Por el amor de Dios. ¿No les ha conmovido el misterio de la muerte en plena Madrugada Santa? ¿De verdad creen que todo se acabó en el sepulcro? ¿Se hacen a la idea de la imagen que dimos a la sociedad del descreimiento? ¿Aducen de corazón cuando analizan o se empeñan en sesudas reflexiones con los temas menos importantes de lo que ha pasado en nuestras calles?
Es Miércoles de Pascua. No lo olvide.
(COPE, editorial en 'Carrera Oficial', 07-04-10)
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