viernes, 5 de junio de 2015

La grabadora


Desconozco si tendremos sorpresas este fin de semana por la vía de acercamientos más fructíferos de los tenidos hasta el momento. Lo cierto es que estamos ya a sólo siete días de una investidura que, estemos hablando de la localidad de la que hablemos, nos brindará peculiaridades que difícilmente escapan de generalidades dictadas por las tendencias en boga.

Pongamos que hablo de Jerez. Me parece singular el empeño de Ganemos de grabar las reuniones que mantenga con aquellos con los que sentarse para hablar del gobierno de la ciudad para los próximos cuatro años. Lo cierto es que les sale a cuenta, más allá de la luz y taquígrafos, cuando surge quien como el PSOE termina quedando en evidencia al negarse.

"Se puede ser más torpe?", Paco dixit. El tal es un jubilata que me señala con más senequismo ejerciente que profundos conocimientos de aritmética post-electoral que la peor de las respuestas a quien pide transparencia es la negativa al uso de la grabadora. Algo parecido pasó cuando el PP instó a los demás partidos concurrentes a las municipales desde un despacho del notario.

Qué se argumenta para no firmar un compromiso ético? Pero eso quedó atrás, como la campaña. Ahora tocan otros 'lópez': qué se argumenta para retirar de la mesa el aparato testificador del contenido de las conversaciones entre partidos? Tan irreproducible es aquello que se diga en la reunión preparatoria de un pacto de gobierno? Tanto nos escandalizarían los detalles de la negociación?

Desde Izquierda Unida se acusa a Ganemos de hacer espectáculo imponiendo la dichosa grabadora. Los segundos recuerdan que las dosis adecuadas de luz y taquígrafos hubieran ahorrado a los primeros el disgusto de tener que escuchar según qué cosas cuando Susana Díaz provocó la ruptura del pacto de gobierno en la Junta y el consecuente adelantamiento de las autonómicas.

Tengo una igual a la que ilustra este post. La grabadora es herramienta cotidiana de los periodistas. Pero en manos de los políticos parece convertirse en nitroglicerina al borde de la terraza de un noveno. Y a mí me hace hasta gracia. Si no fuera, claro, porque, jugándonos la que nos jugamos, clama al cielo que se exiga transparencia mientras se niega la dichosa grabación.

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