La socialista Irene García, que esta mañana comparecía encantada con gobierno ya constituido, retomó ayer el relevo que al frente de la Diputación dejaba hace cuatro años González Cabañas a regañadientes en manos del popular José Loaiza. Pero el refunfuñeo cambia de barrio y toca ahora el regreso a casa de las siglas que, creo, más tiempo han tenido a su cargo la administración provincial.
Cada vez que llegan municipales hay un primer drama para quienes pierden el sillón en el relevo en una localidad. Pero poco después, dos semanas hace de la investidura en los ayuntamientos, llega un segundo palo si, como suele ocurrir, la suma de perdidas municipales conllevan el arrebato del control en la institución provincial.
En ésas estamos. Y en el modo en que se llega, esa satisfacción indisimulada que exhiben, uno detecta rápidamente el ansia de servidores públicos que esgrimen quienes arriban a este maravilloso edificio de la gaditana plaza España. Eso está bien, que es el futuro de numerosas mejoras posibles en las poblaciones pequeñas las que están en juego. Y hay fondos para ello.
Irene no ha querido mucho alcalde en su equipo pero, sin embargo, el sanroqueño Ruiz Boix asume la vicepresidencia primera. Irene no ha podido evitar necesitar apoyos como el del PA para configurar su gobierno y la puertorrealeña Maribel Peinado es vicepresidenta segunda. Ni Izquierda Unida ni Podemos gobiernan pero sí apoyaron la investidura.
Las caras se mudan cuando se pierde Diputación y viceversa. Buena mano por tanto y, como dijo el expresidente Loaiza en su despedida, "no caiga en la tentación de prometer lo que no pueda cumplir". También me gusta la frase de la presidenta García: "La provincia no está para perder un minuto". Pues hala, a ponerse en marcha por tanto.
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