La presidenta nacional de Manos Unidas. |
-Sorprende su irrenunciable sonrisa. ¿No encuentra motivos, tal y como está el patio aquí y mucho más en los países del Tercer Mundo, para perderla?
-No pierdo la sonrisa porque tengo la alegría de ver que hay muchas personas, aquí como en otros sitios, trabajando, comprometidas, responsables, manteniendo también esa alegría. Los proyectos realizados y las personas sensibilizadas me animan, me motivan y me ayudan a tener no solo la sonrisa sino también la esperanza responsable en la construcción de un mundo mejor.
-¿Qué vino a decirnos con la conferencia en el Obispado?
-Intenté resumir más de 50 años de trabajo de Manos Unidas y explicar qué es lo que nos mueve, en qué nos inspiramos, que la fuente de nuestro trabajo es el Evangelio y cómo en todo lo que hacemos, sean los proyectos o la sensibilización, está la doctrina social de la Iglesia. Ésta nos orienta y nos hace estar constantemente actualizados sin dejarnos llevar por modas, con el camino y el criterio permanente de estar al lado de los que más sufren y de los que están luchando por la dignidad de las personas.
-¿Cuando habla de modas se refiere a las que puedan demandar de las ONGs la renuncia ideológica de la fe cristiana en este caso? ¿La sociedad les pide eso?
-Solo puedo hablar de la experiencia de Manos Unidas. Cuando me preguntan si manifestarnos como una institución de la Iglesia es negativo yo siempre digo que no es posible, que cuando tú realmente tienes a Cristo dentro de ti te da energías y fuerzas para defenderte. Es eso lo que nos hace mantener valores de gratuidad, solidaridad, caridad, amor y respeto a las personas, así como de austeridad. Trabajamos sin hacer distinción, tanto por lo que se refiere a las personas que colaboran aquí con nosotros como en aquellos con quienes trabajamos en los 60 países en los que realizamos nuestros diferentes proyectos de desarrollo.
-¿Se resolverían los problemas económicos, financieros y sociales que sufrimos en Occidente en plena crisis con la mera aplicación, con fe o sin ella, de la doctrina social de la Iglesia?
-La doctrina social de la Iglesia es muy buena porque pone como prioridad a la persona, la coloca en todas sus dimensiones, también en la trascendente. Todo lo hace en función de todos los hombres y de la totalidad del hombre. Qué mejor doctrina, qué mejor solución que la que no tiene beneficio propio sino que trabaja por la felicidad, por la construcción de un mundo mejor, por la posibilidad de que la familia humana crezca y alcance la dignidad a la que ha sido llamada. Se solucionarían muchas cosas, de hecho creo que está aportando muchísimo lo que ocurre es que hay intereses y falta de escucha porque requiere esfuerzos, solidaridad, sacrificios, que nos olvidemos del egoísmo. Y eso es difícil.
-Con lo mal que trata la crisis a los países desarrollados, ¿no hará falta que se quede parte de las ayudas de Manos Unidas para los nuevos pobres de Occidente?
-La situación de esta ciudad es un ejemplo. Lo sé porque las personas que trabajan en las 70 delegaciones de Manos Unidas lo hacen implicados en la realidad de su zona. Aquí hay mucho sufrimiento pero tenemos la misión de representar a la Iglesia católica en la cooperación y favorecer a los países en desarrollo. Eso no quiere decir que no suframos con pasión auténtica lo que está pasando aquí. Pero sí queremos decir que si esta situación es dramática pensemos en aquellos países en los que la población es extremamente vulnerable. La crisis para ellos es una cuestión de vida o muerte, como vemos en el Cuerno de África. Cualquier desequilibrio lleva a millones de personas a vivir situaciones dramáticas de falta de oportunidades, de falta de alimentos, de acceso a los medicamentos. Es terrible cómo la crisis les está afectando.
-Pensaba que la situación para ellos es ya tan grave que la crisis no podría empeorar las cosas allí.
-Lo que ha sucedido, por ejemplo, en el Cuerno de África, esa hambruna, también es consecuencia de nuestra crisis, que ha hecho que los precios de los alimentos suban y personas que ya tenían pocos recursos no puedan acceder a ellos. Eso unido al conflicto que se vive en Somalia y a la sequía hace que haya doce millones de personas en peligro de morir de hambre. Ya lo han hecho muchos miles de personas y la mayoría son mujeres y niños. La crisis afecta aún más en medio de esas situaciones.
-¿Qué nuevos escenarios internacionales le preocupan?
-La hambruna se está extendiendo también por todo el Sahel. Estamos ya trabajando en proyectos en Burkina Faso y en otros del lugar. Hay muchas dificultades en los países del sur de Asia. La crisis está creando muchas desigualdades en otros en vías de desarrollo abriendo brechas terribles y dejando a muchas personas fuera del acceso a cualquier mínima oportunidad. Y países que empezaban a salir de dificultades ven que las ayudas se recortan. Ésto está pasando mucho en los países de Sudamérica. Y eso es dramático porque es cortar la esperanza, poner un muro a las perspectivas de futuro de esas comunidades. Ya tenemos varias alarmas encendidas. Más de 53 años nos han permitido conocer mucho esa realidad, a socios locales, misioneros, órdenes, Cáritas, enraizados en las comunidades y que conocen los problemas permitiéndonos, en un trabajo conjunto, discernir y ver quiénes necesitan esa colaboración.
-Aliéntenos a entender, por tanto, a cuantos inmigrantes nos llegan de muchos de estos países.
-Nadie quiere abandonar el amor a la tierra en la que has nacido, donde están tus seres queridos, tu familia, tu cultura, tus raíces. Si las personas tuvieran condiciones dignas en su lugar de nacimiento pocos querrían moverse. Pero las condiciones son muy duras y tienen que buscar la salida. Haría un llamamiento a una mirada amorosa a todos ellos, aunque nosotros soñamos con crear las condiciones de desarrollo adecuadas en sus países.
-Dígame, para finalizar, algo sobre la delegación de Jerez.
-Son personas de gran bondad, humildad extraordinaria y sencillez porque saben que los protagonistas son las personas por las que están trabajando. No desfallecen y hacen todo lo posible para gestionar los recursos de forma austera. Solo puedo darles las gracias.
(La Voz, 22-Enero-2012)
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