El Hermano Adrián en el economato. Foto de Esteban. |
El economato social abierto hace un par de meses en un espacio del complejo hospitalario es una nueva vuelta de tuerca en la vieja voluntad de atender a los necesitados que los religiosos heredan, tanto de su fundador como del santo que da nombre al centro sanitario jerezano, y ahora ofertan con trazas más actuales: «El economato social surge ante la necesidad de dignificar, en un periodo de crisis como éste, el hecho de pedir alimento», dice.
El hermano Adrián del Cerro, que da nombre al economato tras casi 60 años en la ciudad, ha dedicado la mayor parte de ese tiempo en Jerez a trabajar por los más necesitados. «Venía atendiendo a más de 50 familias a las que daba una bolsa de alimento cada vez que lo necesitaban pero una vez llegó el actual superior, y viendo que crecía esta demanda, tuvimos esta idea que ya en Sevilla, por ejemplo, contaba con ejemplos como el de la Unión de Hermandades o las monjas que también tienen un economato social», explica Craven-Bartle.
Los servicios sociales del Ayuntamiento y Cáritas Diocesana facilitan a la dirección del economato la identidad de aquellas familias más necesitadas del recurso. Avaladas por ese reconocimiento, reciben un carnet que, en función del número de miembros que tenga la familia, les adjudica un importe mensual. El 75% de ese cantidad corre a cargo de la Órden Hospitalaria y el usuario solo abona el 25%. 40 voluntarios hacen el resto.
«Un usuario que abone ocho euros puede llevarse un carro de la compra de 40 euros a precio de costo, que serían unos 60 a precio de supermercado normal», explica el gerente. Artículos de higiene, alimentación y aseo están, de este modo, al alcance de las familias, 120 en estos momentos. «Pero el problema es que tenemos lista de espera», añade Craven-Bartle convencido de que la generosidad de los jerezanos harían posible duplicar el número de familias atendidas.
Ése es el objetivo de la campaña de Navidad recién iniciada con el ánimo de, en breve, pasar a tener la capacidad de ofertar su recurso a 240 unidades familiares en dificultades económicas. La primera zambomba San Juan Grande, celebrada hace siete días, o la divulgación de la iniciativa de apadrinar familias, dada a conocer a través de una mesa informativa en el centro, son las herramientas puestas, de momento, al servicio de ese propósito.
La segunda de las ideas consiste en que familias en mejor posición apadrinen el carro de la compra de una familia necesitada. Las aportaciones propuestas son de 8, 16 y 24 euros al mes en función de las posibilidades de la familia donante. Es un modo, más actual en cualquier caso, de dar continuidad a la vieja y entrañable labor del hermano Adrián.
El 'perdigón de Dios'
El año próximo se cumplirán 60 años de la llegada del hermano Adrián. Aún en la postguerra, al menos por lo que a los efectos que el tiempo alargó en materia de necesidad y de miseria, la ciudad no sabía entonces que con aquella llegada -en septiembre de 1952- se habrían de ver atendidas muchas de aquellas precariedades. El que llegaba, menudito de cuerpo e inquieto en la búsqueda de respuestas, comenzó a pasear su hábito hospitalario y su boina norteña por las casas pudientes. Su empeño no era otro que arrimar solidaridad, desde esos grandes apellidos de la ciudad, a los barrios más necesitados.
La estampa se hizo habitual y, junto al desarrollismo de los sesenta y los buenos momentos que comenzarían a vivir sectores como el vitivinícola, los colaboradores con su obra crecerían alcanzando también a economías domésticas medias. Pero, ya para aportaciones puntuales ya atendiendo a esas suscripciones que él promovía, nunca dejó de conseguirlos uno a uno, dejando constancia en constantes caminatas por toda la ciudad de una capacidad, incluso física, que pronto le impusieron el cariñoso nombre de el 'perdigón de Dios'. Unas 50 familias ha mantenido de ese modo hasta el nacimiento de este economato social que bien merece su nombre.
(La Voz, 5-Diciembre-2011)
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