Dejadme aviar ya el costo

Marismillas nos brindará, este año, otro rincón en el que pasar la noche. Creo que son cosas de esas lluvias invernales que lo dificultan en el sitio tradicional aunque haya dado tiempo para ahorrarnos cruzar aquellos otros parajes, más allá de Cancelín, en los que hubo hace poco charcos de más de metro y medio de profundidad.

Felipe Morenés me lo contaba en la Feria, por la que hace ya un par de días que dejé de aparecer pero que, ahora en casa, tranquilito y sin echarla en falta, me sigue proporcionando argumentos. Aunque tengan más que ver con otras cosas aún por llegar. Ya me ven. Me pide el cuerpo que llegue El Rocío con sus sugerencias.

Mientras tanto... ¿dónde está el domingo lluvioso que hoy nos aguardaba? Es mejor así. Despídase la Feria del Caballo como Dios manda y, en ese pasar página que como huída adelante parecemos vivir, dejadme ya pensar en la Romería de Pentecostés. De puntillas por los balances de siempre, 'aviar el costo' me divierte más.

Levanto veda, pues, para contarles, en adelante, aquello de la carriola de la peña, del sombrero de ala ancha que sobrevive al planchero maltrecho por el traqueteo del todoterreno por el Coto o la sensación placentera que provoca salir unos días de la civilización para, dentro de Doñana, sentirme un privilegiado.

Lo importante de verdad, con todo, no está en lo material, en el disfrute, en el despliegue. Lo importante está en el llenado de un zurrón que, pese a acudir trabajando -como desde que empecé a hacerlo hace ya veinte años- tiene mucho más valor que todo lo demás. ¿No lo dicen las caras? Pues eso. Ya mismo estamos allí.