Vuelvo lleno. De la gracia de la Virgen, que no es misticismo etéreo sino la experiencia de una liberación, de una espiritualidad convertida en soporte que me ayuda en la lucha.
Vuelvo con ganas de afrontar los sinsabores. Y lo hago con la fortaleza con la que Nene de El Cuervo y yo nos abrazamos, junto al simpecado, cuando Ella acababa de visitar a Jerez.
Vuelvo habiendo sentido que lo que ocurre en El Rocío en estos días que acabo de dejar atrás no es la vanidad de vanidades o el paraíso del vicio que otros denuncian.
Vuelvo con ganas de que aquellos con los que me tope ahora en la ciudad sean como cuantos tuve cerca durante los días del Camino y la Romería: benditos necesitados de abrazos como éste.
Vuelvo siendo uno de ellos, de cuantos demandan a la vida el respeto profesional, laboral, ideológico, confesional y personal necesario en medio de este mundo desenraizado.
Vuelvo. Y lo pregona la foto de Juan Carlos Toro. Magníficamente desplegada hoy en Diario de Jerez a cinco columnas y a todo color. Me pregunto qué he hecho yo para merecer esto.
Vuelvo, sin embargo, entendiendo que no he sido sino vehículo para la expresión de un sentimiento colectivo difícilmente explicable cuando los prejucios y el sectarismo militante nublan al alejado.
Vuelvo lleno, insisto. Y traigo para todos. Creo. Porque todos necesitamos sentir la esperanza de una recuperación que, en todos los sentidos en que sufrimos la crisis, quiero pensar más cerca.
Bienenido, que se te echaba en falta por aquí. Me alegra de corazón que regresas reconfortado, que falta nos hace a todos un empujón anímico. Yo, que soy cortito y ya sabes que no entiendo muchas cosas, tampoco comprendí nunca tanta crítica contra los rocieros, sean por diversión o por devoción, como es tu caso. Un abrazo 'bloguero' ya que no puede ser rociero.
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