miércoles, 11 de noviembre de 2009

Una semana sin post


No sé qué es lo que ha pasado para llegar a esta situación. No sé, a ciencia cierta, qué cosa, al menos sin pegarme una pensada que se completa haciendo una lista, es la que me lo ha impedido. No sé cómo se me han llenado de tareas las veinticuatro horas de los siete últimos días de mi vida, que es la vuestra también.
El caso es que no cuelgo nada desde el miércoles pasado. Y llegado un nuevo miércoles me abro sitio desbrozando mi azarosa existencia, tan llena de luchas, fructíferas unas y desgraciadamente devoradoras de mi felicidad otras, y de supervivencias permanentes. Son días complejos, con más cosas que callar que aquellas que proclamar.
Una semana sin post no es una semana vacía. Y ello es paradógico si hubiera o hubiese contemplado la posibilidad de que mi blog constituyera bitácora puntual. Pero esta semana se avecinó con multitudinarios acontecimientos y no todos a gusto de quien se afana por dar aquellas entregas que tan a menudo no recibe.
Recoja el lloro quien corresponda, avente el trigo de su actitud mientras recompongo el puzzle de mi alma herida, rota y sin norte visible en este momento. No es terapia alimentar de nuevo este rincón por el que me doy desde el pensamiento y desde el sentimiento.Y, sin embargo, me alegra regresar a mi blog, que es el suyo.
No falten, ustedes, en adelante.

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