lunes, 23 de noviembre de 2009

Sin respuesta a la acogida


La mañana, luminosa en la calle e invitadora a otras cosas sin duda, se dejaba llevar por el tono expositivo de Ángel, un cura que sabe de liturgia y que se dirigía al escueto auditorio prodigándose en detalles importantes para entender bien de qué estamos hablando cuando nos acercamos a la materia que nos reunía en el Auditorio Juan Pablo II.
Creo que hay que entonar el 'mea culpa' ante la escasa participación de este año en el Curso de Formación Litúrgica. Y que hemos de hacerlo todos. Sin duda. Bueno, déjenme hacer una excepción: Paco, la única presencia del Consejo e impulsor de la cosa pese a no tratarse él del delegado de Formación de la Unión de Hermandades. Pero, salvo Toro (me debes convidá, amigo), todos a reconocer donde hemos fallado.
Con todo, no hemos de detenernos en ello más de la cuenta. Que en esto, como en los cortejos procesionales, sigo siendo de la opinión de la preponderancia de la calidad sobre la cantidad. Todo sea que los treinta y tantos asistentes se conviertan en levadura en la masa, cada vez más pastosa, de una colectividad cofrade que tiene que despertarse, ponerse en pie. Con ello bastaría para estar ahora satisfechos.
Y, sin embargo, el 'mea culpa' es reparador, terapéutico, balsámico, cuando se reviste de la sinceridad necesaria. Siempre mejor, desde luego, que el 'tua culpa' que, ahora, me atrevo a dejar caer. El turno de preguntas agonizaba tras la primera ponencia cuando la cosa, que comenzó con el interés por la reforma de la liturgia y las trazas de la misa, se adentraba a la necesidad de analizar el tono de la acogida de párrocos y jerifaltes de la comunidad parroquial al feligrés.
Fue entonces cuando -pese a la disposición de Ángel por responder- el 'árbitro' de aquel partido, y mientras el delantero se preparaba la diestra para golpear el balón a placer hasta el fondo de las mallas, pitó el final del encuentro. Todos teníamos ganas del cafelito del Bar Mónica pero nos faltó detenernos en la cuestión de marras. Una lástima.
Los cotos cerrados en que pueden llegar a convertirse las parroquias -sobre todo las que echan la llave y la tiran por la gatera- también tendrán que ver con las celebraciones que encontramos en ellas. ¿O no?

(La Voz, 22-11-09)

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