lunes, 2 de noviembre de 2009

¡Padrino, búfalo!


Fui niño que se quedó con la copla de aquel grito de guerra -"¡padrino, búfalo!"- y 'corría', desde el sofá de skay al que me pegaba cuando la primera hora de la tarde sabatina nos prometía por la tele una de José Luis López Vázquez, entre los 'hijos' del también recordado Alberto Closas. Como uno más de los ruidosos niños de 'La gran familia' (1962) me pareció siempre, de algún modo, una especie de tío con el que sufrir la paradoja de no parar de reir con sus cosas y, a la vez, jamás sentir por ello más que un profundo respeto. Ni vestido con falda o ataviado con peluca en 'Mi querida señorita' (1971) me movió más que la admiración al verlo desenvolverse en aquellas historias tan gratificantes. Comediante de lujo para unos años sesenta y setenta que forjaron aquello que yo haya llegado a ser hoy en día.
Me acabo de enterarde que ha muerto este mediodía y no sabía qué sentir exactamente. ¿Por qué no ha salvado el pellejo como en 'La cabina' (1972)? ¿Por qué ahora casi me arranca más una sonrisa de agradecimiento por tantos y tan buenos minutos de cine como nos ha regalado, acompañándonos mientras crecíamos, que ese mohín de dolor que sería lógico a poco que se me evocase como esa persona cercana que siempre resulto? No puedo olvidarme de 'Sor Citroen' (1967), 'Amor a la española' (1967), 'No esa bueno que el hombre esté sólo' (1973)... Y, luego, llegaron aquellas más serias como 'La escopeta nacional' (1977), 'Patrimonio nacional' (1981), 'La colmena' (1982) o aquella última, '¿Y tú quién eres?' (2007).
Se ha ido otro de los secundarios de oro, que es un modo de calificar (por la condición de sus papeles en la órbita general de la historia de las películas que priorizaron como protagonistas a otros) a uno de los grandes de nuestro cine. Se ha ido un protagonista de tantas otras cintas y, lo que es más importante, de la vida de aquellos que, perteneciendo a una época concreta de una España tan bien retratada en sus roles, nos vimos reflejados con fidelidad, sin tantos artificios como puedan sugerir los maquillajes de aquella historia de conversión femenina o el surrealismo de aquella cabina que poco hacía pensar en la era de los móviles que hoy disfrutamos o el increíble derroche de 'Un millón a la basura' (1967).
Querido Lopez Vázquez, ahora cobra sentido, en el corazón de todos a los que nos dieron vida tus interpretaciones, el atuendo de 'Este señor de negro' (1975-76). El Padre cuenta ya en el plató de allí arriba con un comediante de altura, con un hombre de bien. Descansa en paz.

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