domingo, 29 de noviembre de 2009

El Nazareno rescata su historia


Dos meses después el trabajo sigue pareciendo tan interminable como al principio. Ése es el tiempo que José Luis Barrones lleva localizando documentos, ordenándolos junto a los que ya tenía la Hermandad de Jesús Nazareno, escaneándolos y archivándolos convenientemente. El despacho de San Juan de Letrán que ocupa para ello está presidido por Jesús, que es como siempre se llamó, popularmente, al Señor con la cruz a cuestas de la Alameda de Cristina. Ante la envergadura de cuanto se ha propuesto la cofradía al respecto bien puede decirse que él mismo se está ocupando del asunto.
Lo cierto es que todo pasa por las manos veteranas de Barrones, que toca legajos y viejos libros de actas con la mesura y la sabiduría del que conoce su valor. Una lupa le ayuda a desvelar ciertas claves a tener en cuenta. Está jubilado y le sobra el tiempo para ello. De ningún otro modo sería posible tamaña empresa. «Eran cajas y cajas de diversas procedencias», señala recordando el estado de cosas cuando, aún en verano, se ponía manos a la obra. Y, con todo, ya era importante que aquel material estuviera en la casa de hermandad. Aunque aún estuviera a expensas del análisis del archivero.
La primera dificultad con la que ha tenido que bregar el artífice de tan minucioso trabajo fue, justamente, procurar que todo aquello que salió de los archivos camino del domicilio particular de algún que otro caprichoso regresara a casa. «Ha sido común que algún hermano llegara diciendo qué bonito, me lo llevo para leerlo en casa», reconoce congratulándose de la llegada de mucho de este material. Le bastó levantarse en una reunión del cabildo general de hermanos para pedir que cada cuál buscara entre sus posesiones aquello que, más bien, fuera del archivo de la cofradía. Y casi todo fue apareciendo.
Documentos de anteriores sedes en el desaparecido Convento de San Agustín, de San Francisco o de la entonces Colegial, otros que llegaron desde el Arzobispado Hispalense fechados en los años 1714 y 1719 o relaciones de documentos de los siglos XV y XVI son reconocidos por Barrones como algunas de las joyas que, en estos momentos, pasan por sus manos. Son, fundamentalmente, libros de actas, «bastante bien conservados, por cierto», señala con satisfacción, y delicioso libros de cuentas con cifras en reales y maravedíes.
Pero el sueño del archivero de San Juan de Letrán es encontrar, entre tanto legajo, «algo que nos diera una pista real de cuándo, quién encarga y quién hace la imagen de Jesús Nazareno, sería inenarrable». Mientras tanto, se conforma con bulas pontificias y otros escritos a mano, «de los pendolistas, aquellos que aun siendo analfabetos en muchos casos sabían pintar cuidadosamente las letras». Pero no todo tiene tan legible pinta y, a menudo, se topa con «ortografías pésimas y grafías aún peores». Tras la lupa, las retinas de José Luis Barrones saben de sobreesfuerzos para ello.
El año próximo se conmemorarán los 425 años de las primeras reglas de la antigua Hermandad de San Andrés, en el origen de la actual Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno. En plena semana del Santo Patrón de los toneleros que celebran cada año los cofrades de Cristina, este data adquiere importancia capital y faculta a la junta de gobierno que preside Raúl Castaño, su hermano mayor, para ir pensando en su celebración. Mañana lunes, con motivo de su fiesta, tendrá lugar la misa por San Andrés. Será en San Juan de Letrán, a las 20,30 horas, y tras toda una semana de acontecimientos.
Ni siquiera estos animosos actos -dominó, tapas y convivencia, en suma- han distraído, durante estos días de finales de noviembre, al viejo archivero de su empeño por seguir poniendo orden en semejante galimatías. En el archivo de Jesús, de Jesús Nazareno, todo comienza, sin embargo, a tener más sentido. Mucho más. Lo primero, que el patrimonio documental esté en casa. Es el único modo de que el inmaterial que constituye la historia quede al alcance de propios y extraños. Pero sin salir de San Juan de Letrán.
(La Voz, 29-11-09)

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