
San Miguel atesora casi tanta espiritualidad como arte, lo que, dadas las circunstancias de semejante bien inmueble y el conjunto de los bienes muebles que aglutina, es mucho, felizmente demasiado.
San Miguel apunta al cielo con la decisión del convencido, y ello ya se evidencia cuando se avista la ciudad desde la carretera y no deja de hacerlo cuando su torre-fachada admira recién llegados a la plaza.
San Miguel es referencia y proyección, esparate histórico-artístico y aliento de identidades urgidas de símbolo al que aferrarse, templo y casa, verticalidad cristiana y abrazo desde su barrio a todo Jerez.
San Miguel es una gozada y a mí, que hoy necesitaba cantar alguna grandeza que tuviera que ver con nosotros y nuestras cofradías -que se creían, tras las primeras editoriales del curso-, me sirve de balaustrada.
San Miguel es para agarrarse y mirar a la ciudad desde el orgullo. San Miguel es una joya y también un joyero. San Miguel es garantía y valentía, solidez y equilibrio, sustento y aditamento, calma y viento.
San Miguel abre sus puertas, al fin, a unas visitas que nunca fueron descartadas pero que, con horario y compromiso, apuntan al muestrario a los visitantes de todo aquello que nos mantiene el alma.
San Miguel. Siempre San Miguel. Y, desde la próxima semana, casa de todos aquellos que busquen trascendencia y arte, por obra y gracia de un impulso episcopal que nombró delegado y comisión.
San Miguel, visitable por obra y gracia de un párroco que se deja hacer y también de una Hermandad del Santo Crucifijo de la Salud que pondrá tanto de su parte que esperamos que esta vez no fracase.
Enhorabuena a todo el que tenga que ver con esta satisfacción que hoy les libera de un nuevo hachazo a modo de editorial cuajada de análisis de esas cosas que hoy he decidido olvidar ante San Miguel.
(COPE, editorial en 'Carrera Oficial', 14-10-09)
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