Esto no es como empieza sino como termina. En la vida, en el Camino de Santiago y también en cada una de sus etapas. El tercer día nos aguarda con la Maragatería y El Bierzo como últimas comarcas leonesas. Y este segundo puñado de kilómetros afrontado inmediatamente antes, en este lunes caluroso, es un buen ejemplo. Iba a ser, como vaticinaban, igualmente latoso que la primera jornada, la que partió de León? O querrían Santa María del Camino y el Apóstol que nos aguarda regalarnos mejores momentos y menos dificultades?
La salida desde San Martín del Camino tuvo para nosotros un primer gesto desde el que empezar a encontrar respuestas: un único bar abierto para desayunar y nada de tostadas. Bollería industrial para todos! Pero desde ese momento comparecería uno de esos maizales que a medida que se agota el páramo leonés parecen permitir que la vecina Galicia asome. Y unas fotos divertidas y un bebernos el camino de modo que a las once de la mañana ya teníamos media etapa caminada y Hospital de Órbigo a nuestro alcance. Ayyy que rato más bueno en el pueblo con más sabor hasta el momento!
Alcanzar el puente medieval de origen romano que, con sus 19 arcos, ya fuera nombrado por Antonino fue un abrirse las puertas a un ratito especial. A un lado, Paso Honroso. Al otro, el pueblo que exalto por acogernos en nuestro primer cansancio con una frutería que, placeres a 80 céntimos, tuvo para esta pareja de peregrinos de estreno plátanos y melocotones. Los primeros, consumidos en esa pequeña placita arbolada, sentados a la sombra ante su única iglesia, San Juan Bautista.
A nuestro lado, un veterano visitante asturiano nos asegura, mientras lee 'El Comercio' de Gijón, que lleva 40 años veraneando en Hospital de Órbigo y que está encantado. No muy lejos, un sacerdote busca tan agradecida sombra. También el clérigo está de visita, aunque cumpliendo su diario encuentro con el oficio de la misa en este lugar encantador. Nos sonríe, nos da sus mejores deseos y nos pregunta de donde somos.
Los melocotones, disfrutados con piel y todo en una chopera entre Santibáñez de Valdeiglesias y el Crucero de Santo Toribio, a las puertas prácticamente de Astorga, se convertirían en el último momento agradable de la jornada. Ya lo sabemos, esto no es como comienza sino como termina. El sufrimiento está asomando en inesperados rincones del Camino. Esto es así. Basta con poner todo el empeño en recibirlo con humildad. Lo cierto es que, ya lo sabes, somos #3enelcamino: Carmen, yo y el Parkinson.
Las tomas de levodopa cada cuatro horas y media genera modos de alimentarnos muy saludables por otra parte, por los que respetando una hora sin comer y otra después delimita mucho los horarios para tomar cualquier alimento. Ella se cuida de cumplir con el medicamento y yo abrazo encantado unos horarios que no saben de tramos de ocho kilómetros sin ninguna referencia para almorzar. Así son las cosas, a veces, por estos andurriales.
El acelero necesario pues en la marcha puede desvirtuar el sentido del Camino que se pretendiera vivir paladeando cada paso. Y el resultado ha sido sumar en mis pies cuatro ampollas a las dos de Carmen en el primer día de nuestra ruta jacobea. Dolorosísimo el paso por San Justo de la Vega y la llegada al Albergue San Javier, frente a la Catedral y el Palacio Episcopal obra de Gaudí, abrazamos con tal humildad las circunstancias, creo yo, como para que Santiago Apóstol pusiera a un ángel con nombre de papa santo memorable a nuestro alcance.
En el albergue nos recibe Juan Pablo, un chico generoso y vocacional de esto, un boliviano de cuna que lleva ya diez años en España. Gracias, sanador de cuerpos cansados y espíritus desgastados pero felices, por tu especial dedicación a nuestros pies quebrantados por los kilómetros que ya se van acumulando sin paliativos. Salvo que uno se tope, como ha sido el caso, con la encarnación viva de los viejos hospitaleros medievales.
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