Leo a la Hoac datos que, en su preocupación por los intereses que maneja la industria farmacéutica, conducen a la organización católica a motivar mi reflexión sobre una realidad que dibuja a veces grandes incertidumbres al respecto de que se esté poniendo toda la carne en el asador de la resolución de los grandes problemas que sigue sufriendo, en pleno siglo XXI, la salud mundial.
Son números, y por tanto naturalmente fríos, que señalan lo que ganan al año, en miles de millones de dólares, grandes multinacionales del sector como las estadounidenses Pfizer (47,4), Merck (41,4), Jhonson & Jhonson (23,5) y Abbott Labs (23,1), las suizas Novartis (45,4) y Roche (37,5), la francesa Sanofi Aventis (38,3) o las británicas Glaxo Smith Kline (33,1) y Astra Zeneca (27).
No quiero que se nos olvide, ni a vosotros que me leéis ni a mí mientras escribo, que las empresas nacen para ganar dinero. Pero algo falla en el sistema cuando un bien básico, primario en todo el mundo y dramáticamente urgente en ciertas áreas del planeta, como la erradicación de las enfermedades que tengamos a nuestro alcance (más las convertidas en pandemias) no termina de cumplirse.
Leo cosas últimamente sobre la denominada Distrofía Muscular de Duchenne y cómo son las personas a título particular las que, afectadas de modo cercano por algún caso, se movilizan en acciones solidarias para la búsqueda de esas pequeñas cantidades mínimas pero importantes para poder seguir atendiendo a los afectados. Es heróica la labor de las asociaciones de familiares y enfermos.
La parálisis cerebral es, de la mano del esfuerzo que se realiza desde Upacesur, una realidad igualmente admirable. Con otras, enfermedades raras y cuyos esfuerzos inversores en investigación parecen no ser rentables para la industria farmacéutica, tuve contacto hace un par de años en un reportaje que realicé para La Voz. El amigo Carlos Perdigones y otros me ayudaron mucho en ello.
Ahora es cuando fijarnos en las cifras del segundo párrafo y valorar el concepto 'rentabilidad', tan oportuno al hablar de firmas empresariales, tan inapropiado sin embargo cuando hay vidas en juego. Y el Ébola es un ejemplo de la hipocresía de la sociedad. Si llega a España nos alarmamos. Si arrasa en África nos resbala. Razón de más para exigir una mayor inversión en investigación.
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