Los Magos de Oriente (de aquel extremo del mundo van llegando las novedades tecnológicas al fin y al cabo) le han traído a mi hermano este artilugio. Espero que no le jorobe que lo desvele. Al fin y al cabo se trata de toda una moda que llena de nuevas y admirables posibilidades a los amantes de la autofoto. Y ayer resultó extraordinariamente divertido el momento familiar generado. No esperéis, eso sí, que mostremos aquel retrato de grupo.
Ha bastado la generalización de esa práctica con los móviles, a la que lo mismo se suma el papa, los reyes o el vecino del segundo, para que alguien con vista se haya atrevido con la propuesta. Nada especialmente currado, por otra parte. Un brazo extensible de aluminio basta, y en él la correspondiente pinza y el mando para presionar a distancia o para temporizar el disparo. Y ya no hace falta buscar a nadie para que todos salgamos en la foto.
El caso es que alguien se está haciendo de oro porque la calle se ha llenado de ellos. Coincide un reportaje televisivo mostrándome ayer el más difícil todavía: el selfie extremo que, acompañando con el 'gadgetoselfie' las ubicaciones más peligrosas incrementa hasta límites inimaginables las oportunidades panorámicas. Nadie subirá a los caballos de la plaza del mismo nombre para hacerse uno (o eso espero) pero aguarden casi todo a partir de ahora.
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