No ha tardado en llegar la contrarespuesta a la respuesta local al atentado de París. Y si la entrada inmediatamente anterior fue titulada 'Islamofobia en Jerez' parece que el nombre de esta otra venía dado por inercia. Bien. Hágase. Aunque a decir verdad no creo que llegue ni siquiera a ello. De hecho, me da el pálpito que más que buscar el muro de un convento se buscó la oscuridad de las callejas más inhóspitas de la noche jerezana.
Pero no me anticipo y convengo, con el sentir generalizado de la calle, que del mismo modo que abominé de las pintadas en la fachada de la mezquita de la calle Rui López ahora no me freno en el encono que me provoca comprobar que el susto que se llevaron anoche las pobres monjas agustinas llega con el plus, respecto a lo ocurrido hace unos días en la sede musulmana, de un artilugio incendiario (pese a la churretero de los efectos) y un policía agredido.
La presencia en Jerez de un equipo de expertos en la lucha antiterrorista contra el yihadismo seduce de la inconsistencia de la teoría de una mera gamberrada venida a más. Mientras, la gente en la calle habla de temores que les inquietan mientras no cesan reflexiones en los medios de comunicación sobre los nuevos modos de lo que, con respecto a las dos anteriores, parecería mismamente la Tercera Guerra Mundial. Ya veremos en qué termine todo esto.
La cristianofobia de Jerez parece, de momento, armada de expresiones cuya violencia de chichinabo (errores ortográficos en las pintadas incluidos) apenas si alarma junto a lo que, por ejemplo, se está viendo en Niger. Iglesias quemadas y fieles asesinados por su fe sí que muestran las trazas de un enfrentamiento internacional de características imprevisibles. Que Dios, único lo llamemos como lo hagamos y miremos al monoteísmo que miremos, nos ampare.
No hay comentarios:
Publicar un comentario