Óleo sobre lienzo del pintor sevillano Ángel Monis |
Puse todo el respeto que tenía a mi alcance cuando, hace menos de un mes, descalcé mis pies para acceder a la mezquita que los musulmanes jerezanos tienen en Puertas del Sur. Y recibí la gratificante contrapartida de una atención espléndida de Ibrahim Elilo, el imán, quien no tuvo inconveniente en responder a cuantas preguntas para La Voz me pareció oportuno plantearle.
Puse toda mi voluntad en entender mejor lo islámico, que es lo mismo que decir lo árabe por cuanto la laicidad no ha llegado a ellos como para que me parezca preciso realizar esa diferenciación entre concepto confesional y concepto racial. Al fin y al cabo era el propio imán quien enfatizaba tal paridad conceptual. Aun a costa de otros musulmanes de origen distinto.
Puse, como avanzadilla de una tolerancia deseable entre cristianos y mahometanos que el propio Pepe Bouza encomiaba, olvido sobre rifirafes históricos que marcan unas relaciones actuales siempre cargadas de tensión. Y ahora me siento jorobado. No en balde, poco tiene que ver aquel agradable y relajado encuentro en Puertas del Sur con lo último en Melilla o el Sáhara.
Los insidiosos carteles antifeministas, antipoliciales y antiespañoles consentidos (¿o alentados?) por el gobierno marroquí han comenzado a cargarse la buena voluntad del cristiano confeso, practicante y evangelizador -hasta donde puede serlo- que se descalzó para entrar en la mezquita. Lucho contra la tentación de arrepentirme del sincero acercamiento.
Y ahora están también las patadas y escupitajos recibidos por quienes no hicieron sino reivindicar una solución para el pobre pueblo saharahui, tan abandonado en su día por España como oprimido desde entonces por Marruecos. Los ojos hinchados de la activista más agredida de aquellos catorce me dicen que la enquina preside la actitud de los vecinos del sur.
¿Que por qué me lamento de estos gestos políticos desencantándome con el recuerdo de mi visita a la mezquita en vísperas del tiempo de Ramadán cercano a concluir? Pues porque es el propio mundo árabe el que mantiene mezclados lo político, lo religioso y lo social. Y, seguramente, porque echo en falta una voz musulmana que lamente estos hechos.
Una voz en el desierto, nunca mejor dicho, será esto que ahora convierto en entrada en mi blog. ¿Recuerdas Ibrahim que te pregunté si tu dios y el mío eran el mismo? ¿Recuerdas que las miradas cómplices lo dijeron todo? Pese a quienes recibieron con reticencia aquel reportaje que acercaba al mundo musulmán y árabe, quiero seguir mirandoos a los ojos.
¿Podréis mantenerme la mirada?
Yo no se si será por temas políticos, pero lo cierto es que llevan tres meses unos Andaluces retenidos en Tánger.
ResponderEliminarLa culpa de esto señores ha sido la de querer tener un día de pesca, tienen problemas en el mar llaman pidiendo ayuda y aparece una patrullera Marroquí y los arresta por traficantes aún sin pruebas. ¿No será esto una nueva prueba de fuerza de nuestros vecinos Marroquíes? ¿Que hace el Gobierno y la Junta por estos paisanos?
Gaby, posiblemente sea un mismo Dios, pero los fieles reaccionan de forma diferente según intereses. Si esto ocurre en España no veas, las de manifestaciones que se montan. Y dicho esto, cada cual piense lo que le venga la real gana.