La parroquia de San Juan Grande y Nuestra Señora de la Candelaria, con feligresía delimitada en Puertas del Sur e intención de contar con templo en la zona lo antes posible, ha cumplido ya diez años de bienintencionada labor del párroco y techo prestado en las instalaciones de Upace para las misas dominicales.
La mitad de esa década lleva al frente del proyecto el sacerdote Enrique Soler Gil, responsable pastoral de la feligresía y ahora también delegado diocesano de Patrimonio. Él ha tenido que bregar con la obligación de entusiasmar a los fieles con un proyecto de construcción muy lastrado por la crisis, más aún en barrios tan populares.
Alrededor de un millón de euros cuesta la creación de un complejo parroquial normalito y, a falta de otras posibilidades, es muy necesario recurrir al viejo instrumento de la cuestación popular. Y ello hace que San Juan Bautista de la Salle (parroquia junto a Hipercor) vaya, por ejemplo, saliendo poco a poco adelante con su construcción.
Costos rebajados a un tercio
Otras como la de El Rocío (junto a la avenida de Arcos) sigue siendo apenas un solar con una cruz. Y en ésas sigue ésta otra de Puertas del Sur, impedida de afrontar una obra convencional de esa envergadura imprescindible si se quiere contar con lugar celebrativo, salones parroquiales para catequesis y otros menesteres o casa para el cura.
Soler, sin embargo, trabaja ya en la fórmula más novedosa que ha sido planteada jamás para un uso de estas características. La aparición en escena de dos amigos arquitectos, Miguel Ángel López Barba y José María Gessa, le acercaron a lo más vanguardista en materia de arquitectura sostenible: los contenedores de transporte marítimo.
«Tienen una vida útil limitada por medio de una normativa muy exigente y pronto quedan desechados una vez han cumplido el fin para el que fueron hechos», explica con entusiasmo el sacerdote, quien aclara que, además, «existe gran cantidad de este material que puede adquirirse a bajo coste o, incluso, se puede obtener gratuitamente asumiendo el transporte».
Se usan de modo que son apilados según la conveniencia que la construcción demande. «No se trata de utilizarlos como contenedores ocupándolos interiormente como los prefabricados, sino de hacer una construcción con los contenedores», detalla con la soltura de quien no ha cesado en la búsqueda de referencias.
Contenedores apilables
Consiste, básicamente, en crear un espacio central amplio y, por tanto, «es como reinventar los patios de vecinos o los corrales de comedias». Luego hay que cubrir ese espacio y, ahora sí, organizar, igualmente, con despachos o salones los habitáculos otrora dispuestos para transportar en barco coches, cereales o equipamientos informáticos.
«Presentamos al obispo la propuesta y le ha encantado, y también al ecónomo de la diócesis», avanza. Por ello el proyecto coge cuerpo aunque «a mí, en un primero momento, he de reconocer que me dio mucha pereza tener que comenzar a convencer a la gente de que esto es una cosa factible», señala Enrique Soler.
Pendientes aún del plácet y permisos oficiales, ya se prepara una primera fase que requeriría de once contenedores grandes (12 metros de largo) y dos pequeños (6 metros). Con ello se podría construir un primer lugar de celebración católica que, una vez finalizado el conjunto parroquial, quedase como posible capilla sacramental.
Son 1.500 los metros cuadrados que aguardan esta actuación. A la espalda de las instalaciones de Upace mira hacia el parque que es, hoy por hoy, corazón de la zona de Puertas del Sur.
(La Voz, 27-Septiembre-2010)
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