domingo, 10 de enero de 2010

Rocroi, otra batalla en el callejero de El Pelirón


Llevo yo tiempo en la tesitura de sentirme extraño allá donde siempre estuve como en casa. De hecho, me observo muy identificado con algo leído a Carlos Jurado, quien parafraseaba a uno de sus personajes de 'Los jerezanos y sus duendes'. "Uno está en los sitios sin remedio o porque realmente quiere estar en ellos" afirma uno de esos sénecas de este singular retrato sociológico.
El caso es que, de un tiempo a esta parte, me siento un poco sin remedio en medio del mundo de las cofradías. Con desazones y frustraciones, vengo sintiendo la necesidad de apartame, siquiera a cierta distancia, para observarlo todo mejor. Quizá regrese el momento de estar porque me pide el cuerpo -el alma, mejor- recuperar la tónica de implicación hasta hace no mucho mantenida.
Y, con todo, siempre llega, más pronto que tarde a lo que se ve, algún incentivo gratificante. Mateo López, vehemente como todo el que es lo que es de verdad, me envía un correo en el que, el hermano mayor del Consuelo de El Pelirón, acude a la épica para retratar la situación de la Hermandad que, camino desde la iglesia de Las Viñas hacia su capillita en la Ronda del barrio que los vio nacer, está protagonizando.
Decenas de batallas jalonan el callejero de El Pelirón y, sin embargo, acude a una inexistente entre ellas y me envía un fotograma de la película 'Alatriste' para ilustrarlo. En ella, aquel reconocido capitán de los Tercios de Flandes, aparece junto a un mero puñadito de supervivientes de la Batalla de Rocroi (1643), que enfrentó a los españoles contra Francia, cuando ya estaba más que perdida.
Los galos, reconocedores de la impresionante valentía de ese reducto hispano, les ofrecieron una retirada honrosa con vida. Pero la respuesta no pudo ser más representativa de un cierto carácter que históricamente nos tuvo por 'quijotes': "¡Somos tercios de España, señor!", dijo Alatriste advirtiendo que no habría retirada y que, consecuentemente, habría de ser de ellos lo que Dios quisiera.
Es, prácticamente, el final de una película que, estos días, hemos podido ver ya en la tele. Y aunque sorprende el uso de la marcha procesional 'La Madrugá' de Abel Moreno mientras, en los últimos fotogramas, el ejército francés carga contra grupo tan lamentablemente indefenso, la referencia cofrade de Mateo no esboza sino la osadía rayana el suicidio que afrontamos con agallas en El Consuelo.
Las obras se aceleran estos días para convertir un diminuto local comercial alquilado en la Ronda del Pelirón en una capilla abierta el próximo Miércoles Santo. Enfrente, otro local cobra, también arrendado -que aquí no hay dinero para otra cosa-, las trazas de una casa de hermandad. Junto a ellos, la Casa de la Virgen, en Batalla de Aína, completa el triángulo de unos arrestos fuera de duda.
Hasta quien suscribe, que comenzaba a sentir -como el personaje de Jurado- que estaba sin remedio en esto de las cofradías, ha pedido ya su mosquetón para la lucha incruenta que proporcionará el rédito adecuado a quienes luchan por su destino. Va a resultar que vuelvo a encontrarme a gusto allá donde los renglones torcidos de Dios escriben la glosa de una gallardía tan altanera como la de 'Alatriste'.
zSHARE - Mater mea.mp3

No hay comentarios:

Publicar un comentario