Llegan las primeras fotos de la deliciosa experiencia de la noche del 5 de enero. Ése día no había modo de contarles nada, no en balde nos citaron por la mañana en Gálvez que es sitial del milagro de una transformación mágica y todo se prolongó, más allá de la Cabalgata, con las visitas al Hospital del SAS y los sufridos vecinos de la barriada rural de El Portal, aún embarrado por las inundaciones recientes.
Y ayer, festividad de la Epifanía del Señor, fue, como no cabe de otro modo cada Día de los Reyes Magos, sólo y exclusivamente para los niños. Y si esta vez tocaban los propios, entonces -la noche del mágico recorrido- existieron otras 'lauras', otros 'sergios', otros 'carlos' a los que ofrecer la mejor de las sonrisas, que es lo que juraron al comienzo de la tarde 'Melchor' Padillo, 'Gaspar' Romero y 'Baltasar' Sabido.
Y las primeras imágenes de aquel paje de Melchor llegan marcadas por las trabas de una noche oscura y una cámara cortita de capacidad. Pero permítanme que, aun cuando aguardo otras muchas que no tendré reparos en mostrarles llegados al momento adecuado, el resultado obtenido en estas fotos, más allá de ser enseñadas a regañadientes, constituya la evidencia palpable de una realidad rotunda: viví todo en una nebulosa.
Creo no haber bajado aún de la nube cuando constato que todo aquello ocurrió. Y mucho de lo mejor, seguramente, sin carroza de por medio. Una gloria bendita en suma que confirma aquello que les decía en la entrada sobre los preparativos: todo vino acompañado de signos visibles de una trascendencia que va mucho más allá de los disfraces, los caramelos o los regalos. Por ello ya hay quien dice que merece mejor nombre que el de cabalgata.
¡Qué razón tienes, Marco Velo!
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