lunes, 21 de septiembre de 2009

Conversaciones mercedarias IV: Ismael Maroto, predicador de la Novena


Tiene sólo 33 años y no lleva más de año y medio en el convento mercedario de Jerez, pero, aun su cuna toledana de Villafranca de los Caballeros, es de casa aquél que, a diferencia de otros años en los que se recibió la visita de algún sacerdote de otro de los conventos de la Orden de San Pedro Nolasco, viene predicando la tradicional Novena a la Virgen de la Merced.
-Éste año es uno de los ‘nuestros’ quien predica la Novena, ¿no?
-Es un gozo poder palpitar en el corazón de Jerez, sentirme partícipe de la inquietud y la devoción, del abrazo y el beso, de la molía y el esfuerzo. Por eso quien predica más que nunca es la oración de este pueblo que se pone en manos de su patrona para insuflar ese pálpito de emoción de este septiembre mariano. Solo debo ser el tornavoz o la garganta que vehicule esa perenne devoción que día a día, a lo largo del año se posa sobre el manto de la madre, el pentagrama que recoja la sinfonía de rostros que acuden a su Merced morena.
-¿Cómo ha vertebrado el contenido de las nueve predicaciones de estos cultos patronales?
-Dejando que sea María quien hable. Quizá he querido dar el tinte del seguimiento del verdadero discípulo, pero sobre todo poner a María como modelo de lo cotidiano de aquella mujer de Nazaret sobre la tierra. Abrigar el orgullo de sentirnos henchidos de la gracia de Dios, testigos sin miedo de la presencia de Aquel que todo lo puede.
-Explíqueme en qué es distinta, salvo la sustancia evangélica propia, la homilía de unas celebraciones tan marcadas por la devoción popular a la Virgen.
-En todo y en nada. María pertenece a la esencia misma del Evangelio. Estamos llamados a hablar de María porque sigue el proyecto de Dios y ella lo fue en plenitud; y porque no se tiene a Jesús sin María. Porque Dios puede querer lo que quiere una mujer y ella ha roto tanta mentira, egoísmo, dominación, violencia que para acallar a Dios se ha instaurado en nuestro tiempo. Porque en María se puede ver cómo se derrama la respuesta de Dios a la plegaria humana.
-Hace ya un tiempo que está entre nosotros y, sin embargo, aún hay jerezanos que no le conocen. ¿Quién es Ismael Maroto?
-El hijo de Juan y Josefa. No creo que sea nada más ni nada menos. Un fraile mercedario, un enamorado de Dios y de María: un cristiano que ofrece la fe que le transmitieron sus padres.
-¿Por qué se hizo sacerdote mercedario?
-Me atrevo a hacer una confesión: mi bisabuelo Silverio era un gran devoto de la Virgen de la Merced (hasta solía dejar de vendimiar el día 24 para acercarse al vecino pueblo de Herencia a la procesión de su virgen) y ya casado, al no poder tener hijos, le propuso a su mujer que entraran en religión; uno con los frailes y la otra con las monjas. A ello mi bisabuela le respondió que se había casado para siempre y que tal propuesta la emplazase para mejor vida (poco después nació mi abuela). Imagino que sería el proyecto de Dios que hubo de retrasarse tres generaciones. Y es así por lo que en mi familia el olor a Merced ha prendado siempre nuestro corazón y fue llamado a filas el que no lo parecía (como suele hacer Dios siempre) para portar el hábito mercedario.
-En el tiempo que lleva entre nosotros... ¿le ha dado tiempo a calibrar el sentido de la devoción de Jerez a su Patrona?
-Creo que me ha dado tiempo para aprender (de buen maestro me nutro), para descubrir que ninguna devoción debiera disminuir el interés hacia su patrona. La grandeza de esta devoción es que siempre ha estado y siempre estará, que hay un brillo especial en el rostro de Jerez cuando contempla a su Merced Patrona, desde la que encarna su ser y entiende su modo de fe; el modo por el que expresa la protección de aquélla en quien cree y por la que entiende su forma de creer y de sentir.
-¿Ve a los jerezanos cercanos a la Virgen de la Merced?
-Siento cada día en el calor de los muros de la Basílica el cariño, la cercanía, el amor de Jerez a su Merced. Es un cúmulo de sensaciones que se aúnan en la morena. Es como si todas las devociones se vieran reflejadas en la madre. Veo a Jerez en su Patrona poniendo su querer en las manos de una madre siempre presente, siempre cercana, siempre acogedora, siempre bendiciendo, siempre ofreciendo lo mejor de su corazón, siempre esperando a que sus hijos llenen de oraciones sus manos.
-Ustedes los mercedarios sí que están cerca de Ella. Por si no fuera sificiente de día ahora se preparan para que no deban siquiera dormir fuera de la Basílica. ¿Cómo surgió dotar al conjunto conventual de esas celdas aún en construcción?
-Fue la primitiva vivienda de la comunidad a la vuelta a la Merced, pero sobre todo porque los frailes necesitamos ese espacio de clausura (que no cerrazón) o, mejor dicho, ese espacio de intimidad espiritual con el que alimentar nuestra vida de oración. En medio de tanto ruido es necesario ahondar en ese silencio y recogimiento que nos haga entender el sentido de nuestra consagración. Y porque casi como una necesidad vital precisamos estar junto a la Madre de un modo físico (sabemos que todos estamos junto a ella y siempre ha de ser así) y sentir cercano como un susurro la vida misma de María de la Merced.
-¿Cómo ha sido la vida conventual en un piso?
-Estrecha, demasiado estrecha… y no por el piso. La comunidad necesita de un espacio de intimidad, de silencio y oración que no hemos podido conseguir. Por eso nuestro deseo de recuperar las celdas que nos abran ese espacio de comunidad y de espiritualidad.
-¿Y cómo será, ahora, vivir permanente junto a Ella?
-Lo has descrito de la forma más perfecta: vivir permanentemente junto a ella.

(La Voz, 20-09-09)

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