Jerez desembarcó en la Basílica. Hoy cruza su ecuador la Novena a la Patrona y los llenos del templo consagrado a Nuestra Señora de la Merced Coronada, las escenas de devoción ante Ella o tras Ella aferrados los fieles a su manto, en el camarín, y la unción que, en suma, se concentra en torno a la Virgen están dejando un poso sin igual mientras todos deshojan el almanaque en una cuenta atrás que finalizará el próximo jueves en las calles de la ciudad.
El próximo 24 de septiembre será renovada la tradición de una jornada vivida desde por la mañana -misas, pontifical, renovación del Voto de Jerez- y disfrutada por la tarde con la esperada procesión de la Patrona. Y, sin embargo, algunas de las escenas más cercanas a la devoción mercedaria ya se están contemplando a lo largo de unos cultos a los que el moreno rostro de la imagen pone cara y el joven sacerdote Ismael Maroto Carabaño la voz en unas predicaciones particularmente sugerentes.
No falta, siquiera, la mano de Dios, así lo confiesan los propios mercedarios, en inesperados detalles: el segundo día del novenario, «a la hora del Ángelus» dice Maroto, se desprendió el techo de la escalera por la que se accede al coro de la Basílica. Nadie subía en ese momento. Otro motivo más, por tanto, por el que dar gracias a la Virgen, que ya escucha el ruido de otras obras necesarias: las de las cuatro celdas de las que dispondrán, en la Basílica, los religiosos de la Orden de San Pedro Nolasco que, definitivamente, dejan la vivienda -un piso en la calle Merced- que era, desde hace años, casa conventual.
El próximo 24 de septiembre será renovada la tradición de una jornada vivida desde por la mañana -misas, pontifical, renovación del Voto de Jerez- y disfrutada por la tarde con la esperada procesión de la Patrona. Y, sin embargo, algunas de las escenas más cercanas a la devoción mercedaria ya se están contemplando a lo largo de unos cultos a los que el moreno rostro de la imagen pone cara y el joven sacerdote Ismael Maroto Carabaño la voz en unas predicaciones particularmente sugerentes.
No falta, siquiera, la mano de Dios, así lo confiesan los propios mercedarios, en inesperados detalles: el segundo día del novenario, «a la hora del Ángelus» dice Maroto, se desprendió el techo de la escalera por la que se accede al coro de la Basílica. Nadie subía en ese momento. Otro motivo más, por tanto, por el que dar gracias a la Virgen, que ya escucha el ruido de otras obras necesarias: las de las cuatro celdas de las que dispondrán, en la Basílica, los religiosos de la Orden de San Pedro Nolasco que, definitivamente, dejan la vivienda -un piso en la calle Merced- que era, desde hace años, casa conventual.
(La Voz, 20-09-09)
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