domingo, 11 de enero de 2009

Y no llegaba Manolo


He dejado pasar todo un día para entender en su justa medida lo ocurrido. Una iglesia llena a reventar de jerezanos, el obispo -como llamarlo de otra forma ahora- presidiendo el oficio, un presbiterio lleno de curas, la alcaldesa en primera fila, imágenes a primer plano, cofrades por todos sitios... Ambiente de gran acontecimiento y, pese a tantas presencias, algo me faltaba. Un 'nosequé' me producía inquietud: todo aquello se desplegaba como ocurre con las cosas en la ciudad pero... ¿qué era lo que me faltaba cuando a primera hora de la tarde de ayer la sinrazón me abrumaba? Aun llegando con la hora justa pude tener buen sitio en la celebración. Del Río, mitrado, hablaba de "la ternura de la inocencia" mientras el negro se imponía en las vestimentas que llenaban las naves de Santo Domingo. Tampoco era de extrañar cuando de un tan especial evento se trataba el que reunía, sobre todo, a tantos miembros de las hermandades de la ciudad. Y aquél, se notaba en el ambiente, era un grandísimo acto cuya naturaleza podía obviarse en un primer momento, el de la solemnidad que, esta vez, no se rompía con su sencillez, su sonrisa, sus gestos más allá de todo protocolo. Sentado, como todos los asistentes que encontraron sitio, algo en mi interior me demandaba su irrupción por el pasillo. El tono de aquello no era propicio, claro, para que un 'cocacolita' gratificara a aquél al que yo echaba de menos. Pero tampoco era necesario para que él estuviera. Siempre estuvo. Y él sabía como hacerlo en cada sitio, conociendo la compostura necesaria fuera cual fuera el acontecimiento. Y aquél estaba dejando de serlo -un hecho importante para la ciudad- si él no aparecía. "¿Y por qué no vendrá hoy?" Me asediaba la pregunta entre la lógica y el surrealismo. Llevaba razón Juan Jacinto cuando, en su intervención en el homenaje que le hizo la Unión de Hermandades al ausente, exponía la experiencia de su parroquia: "En Las Viñas decimos -apuntaba buscando el asentimiento de quien suscribe, feligrés de ese populoso trozo urbano de nuestra Iglesia- que ningún acto tiene categoría hasta que llega Manolo". Bueno, pues a éste de ayer, sábado para la memoria de cuantos le echamos en falta, no terminaba de llegar mientras yo buscaba por todos sitios su aparición, respetuosa siempre pero nada carente de llamadas de atención complacientes para todos. Y de pronto se oyó una salva de aplausos. Un féretro al hombro de algunos de aquellos hombres de negro me lo enseñó entre el Orante del Huerto y la Confortación de María, que giró su cabeza para buscarlo como hice yo durante toda la ceremonia. No había de venir. O, mejor, no asomaría su sonrisa encantadora por ninguno de aquellos pasillos de la iglesia dominica. "¡Ay, Manolo, que te nos has muerto!", pensé. Un balón se ha quedado este mediodía, en Chapín, sin tu saque de honor. Deja pues que sea yo quien te haga, hoy, el gesto con los dedos de mi mano: "¡El Xerez ha ganado dos a cero!" Yo, en cambio, he perdido tus abrazos.

1 comentario:

  1. Todos los que lo hemos conocido echaremos de menos a Manolito, echaremos sus besos cariñosos, y como decia que la Hermanadad del Huerto era la mejor.Descanse en paz este hermano nuestro que fie durante su vida en la tierra rostro de la ternura de DIOS.

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