martes, 6 de enero de 2009

El Ratoncito Pérez


Un personaje creado a instancias de la Monarquía se convierte en mascota de Jerez por impulso municipal. Como si algo estuviera cambiando en la propensión republicana del socialismo, porque no creo que se trate de una burda inconsciencia de quienes barajan la posibilidad de que, su rescate en la Cabalgata de Reyes Magos de este año, proyecte esa posibilidad con la que comienzo a acercarme al famoso Ratoncito Pérez. Y si no hubiera desconocimiento de aquel encargo por parte de la Corona no deja de ser una alegría comprobar que se considera que las cosas no son malas sólo por venir de donde vienen. Me ha gustado, por demás, que, al menos de este modo -paupérrima ayer, para mi gusto, la presentación del personaje- la ciudad recupere del ostracismo a quien es mucho más que el autor de ese cuento. El padre Luis Coloma, para muchos no más que el nombre de un instituto jerezano, es el autor de la historia que, desde Palacio, se reclamara para aquel Alfonso XIII, niñito aún de ocho años, que perdió su diente para gloria de todos los críos que, durante más cien años, se han beneficiado ya de la tradición creada para aliviarles de las molestias sufridas por la pérdida dental. Será esa democratización del personaje la que le reporta el reconocimiento actual y que ya puede estirarse en próximos acontecimientos locales más de lo que ocurriera ayer en la Cabalgata. Yo hubiera sacado un Ratoncito Pérez del tamaño del gorila que terminó llamando la atención de los niños. Si el padre Luis Coloma levantara la cabeza... Bueno, tal vez se llevaría una alegría pese a todo. Digo yo. Mientras, recuerdo la historieta de ese ratón, "muy pequeño, con sombrero de paja, lentes de oro, zapatos de lienzo y una cartera roja, colocada a la espalda", con la que fue complacida la petición: "Entre la muerte del Rey que rabió y el advenimiento al trono de la Reina Mari-Castaña existe un largo y obscuro periodo en las crónicas, de que quedan pocas memorias. Consta, sin embargo, que floreció en aquella época un rey Buby I (Alfonso XIII), grande amigo de los niños pobres y protector decidido de los ratones...". Bienvenida la iniciativa del Ayuntamiento si, realmente, fragua -con mejores trazas, insisto- ese reconocimiento de paternidad jerezana que no necesita pruebas de ADN. Cómo se lleve a cabo, en adelante, esa elevación a la condición de mascota de Jerez es algo que no sé si está decidido. Pero a mí se me ocurren algunas ideas que estoy dispuesto a compartir, de modo gratuito claro, con quienes tengan en su mano dar forma a semejante consideración para con el personaje más popular de la obra literaria del jesuíta que escribiera también sus Pequeñeces y Jeromín.
Por ejemplo, me parece a mí que si aquellos caballitos de colores que con tanta facilidad se rompen y desaparecen junto a Ifeca merecieron alguna vez una rotonda -por no decir el Michelín de la entrada desde la Autopista- quizá quepa monumento junto a su autor -llamativo, nada de ese busto que tan desapercibido pasa en el Arroyo- y aprovechando que acaba de cumplirse, en 2008, el centenario de su entrada en la Real Academia de la Lengua. También podríamos nombrar al Ratoncito Pérez -eso estaría bien- Hijo Predilecto la Ciudad. Otros jerezanos con mucho menos universalidad ostentan esa consideración.
El ratón vivía con su familia "dentro de una gran caja de galletas". Por ello, quizá, estemos a tiempo, si no gustaran las anteriormente mencionadas, de dar su nombre al próximo conjunto de soluciones habitacionales que, por sus medidas, más se acerque, como la casa del pobre roedor de los regalitos bajo la almohada, a las propuestas de la recordada Ministra de la Vivienda. A animarse toca, por tanto, y a no desaprovechar la ocasión de anotarse un mérito que, a decir verdad, podría quedar, cuanto menos, populista. Si se hace mejor, desde luego, llamará más la atención de lo que ocurrió anoche.

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