jueves, 21 de abril de 2011
Pasión y pasiones
Abrazado a mis queridos hermanos difuntos y con conocidas intenciones personales salí ayer, Miércoles Santo, a la calle con mi penitencia. Lo hacía 2.000 años después de los misterios que conmemoramos durante la Semana Santa y, quizá, intentando entender actitudes que, rodeando la presencia de cofradía tan sugerente, no hacen sino invocar aquellas escenas que Jesús, mientras cruzaba la calle de la Amargura, observaba en la bulliciosa Jerusalén de entonces.
Las actualizamos. El aguador discute con el portador de la escalera. Entre lo gracioso y lo grotesco. La Virgen al pie de la cruz. Y ellos, tras Ella, insisto que entre lo gracioso y lo grotesco (en el marco de lo inapropiado, en cualquier caso), hablaban con gesticulación encendida. Algún acólito intentaba sumarse en momentos puntuales. Hasta que el nazareno abrazado al libro les llamaba al orden, claro. Y los costaleros relevados y el chaval encargado de levantar los cables y alguien del público...
Multitud de casquitos discretamente colocados en los oídos de muchos delataban la pasión por lo que estaban viviendo. Se notaba en el ambiente que el acontecimiento que se celebraba era importante. Concentraba la atención de todos. Tenía, el hecho de marras, la capacidad de atrapar el adepto a la causa de aquello tan especial. Poco más tarde se oiría un grito colectivo. Llegaba desde un cercano bar ante el que pasaba la cofradía. Qué pasión, y cuán encendida afición.
Acababa de marcar el Real Madrid y, para bien o para mal, todos parecían tener algo que decir tras la proeza que encarnaba alguien llamado Cristiano. Vaya, al menos podemos llamarlo con nombre apropiado a los intereses de lo que, paralelamente, estaba ocurriendo en la calle. Aquello que, pese a todo, había reunido al aguador gesticulante y al portador de la escalera y a los acólitos y al público y... Yo, bajo mi antifaz, no pude sino encogerme de hombros y abrazar fuerte a los queridos difuntos.
Dadas las circunstancias, no era fácil conseguir que todo aquello no les distrajera de su descanso eterno. Ay, Señor! Qué mundanos somos aun cuando intentamos dedicarnos a lo que el espíritu tanto necesita!
(Cope-Jerez, saludo en 'Así son las mañanas del Jueves Santo en Jerez', 21-04-11)
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