Paloma Gómez Borrero

Paloma Gómez Borrero es periodista, lo cual es no descubrir nada. Es también una mujer con una eminente vocación de comunicadora eclesial. Y tampoco añadimos ninguna novedad porque pronto la imaginamos llenando la antena o la pantalla del medio en el que la disfrutemos del inconfundible perfume de aquella verdad con mayúsculas que nos hace libres y de la contagiosa esperanza de quien consigue sembrar incluso en los terrenos menos fértiles que cualquiera de las audiencias que la escuchen incluyan.
Ha sido la primera mujer corresponsal de TVE durante 12 años. Y su experiencia profesional alcanza cotas verdaderamente encomiables y perennes en un mundo como el periodístico que tanto sabe de inestabilidades generalizadas en esa primera línea en la que ella se situó hace ya tanto tiempo. Actualmente es corresponsal y compañera en la Cadena Cope y en la TV Azteca. Y participa en diversos programas televisivos en los que deja la impronta fresca y creíble, directa y positiva, que siempre le caracteriza.
Está casada con un piloto italiano al que quizá termine superando en horas de vuelo algún día porque si Juan Pablo II, al que homenajeamos con este ciclo, fue aquel papa viajero que nos hizo enamorarnos de su misión, Paloma es la perpetua enviada especial mientras duró aquel espléndido pontificado, antes de que llegara y ahora con Benedicto XVI. Tiene tres hijos y cuatro nietos. Ha escrito ocho libros entre ellos ‘Huracan Wojtyla’, ‘Juan Pablo, amigo’, ‘Adiós, Juan Pablo, amigo’ y ‘A vista de Paloma’.
Tiene la Cruz de Isabel la Católica, concedida por el Rey Juan Carlos y Dama de San Gregorio Magno concedida por Juan Pablo II. Entre los premios: el Bravo especial de la Comisión de Medios de Comunicación Social de la Conferencia Episcopal Española, el Calabria concedido por el presidente de la Republica italiana a un corresponsal extranjero, el de la profesionalidad por la cobertura del conclave a la muerte de Pablo Vl y el secuestro y asesinato de Aldo Moro.
Acompañó a Juan Pablo II en los 104 viajes internacionales que realizó del mismo modo que ha hecho lo propio con los 16 que ya lleva Benedicto XVI. Y déjenme decirles que a quien alguna vez fue nombrado por el circuito regional de COPE-Andalucía enviado especial siguiendo a alguna personalidad, y a sabiendas de la relación personal que supone semejante cercanía, le sobresale la admiración de comprobar que nadie le podrá negar que algún tipo de complicidad habrá tenido con nuestro santo súbito.
Esa es la conferencia que nos trae a este ciclo organizado con el cariño de una Diócesis que él, con las rúbricas correspondientes creó allá en 1980. ‘Juan Pablo II, santo súbito, santo ya’ es la intervención que pondrá en evidencia cómo brotó del corazón henchido de tantos y tantos fieles que, recién fallecido Karol Wojtyla, el reconocimiento de quienes hemos tenido claro que Dios nos concedió, con él, la dicha de haber estado pastoreados por un hombre que, en efecto, tenemos ya camino de los altares.
Todos queremos escuchar ya a la conferenciante de esta noche. Y, de hecho, ella no quería que me extendiera demasiado en reconocimientos que, por otra parte, ustedes ya conocen sobradamente. Pero me gustaría compartir con ustedes mi experiencia de Paloma. Era junio de 1996 y la canonización de nuestro patrón diocesano San Juan Grande me llevó junto a mi director de COPE a Roma a transmitir, junto a ella, una ceremonia que me regaló varias cosas todas ellas impagables.
La primera, la presencia ante nuestro Juan Pablo II, ahora ya en vísperas de su beatificación. La segunda, disfrutar con los peregrinos diocesanos de un acontecimiento que, vivido en primera línea, tuvo para todos los desplazados un importante grande en su vida de fe. Y tercero, compartir una pequeña cabinita de Radio Vaticana con alguien tan grande como quien esta noche nos regala sus experiencias, sus recuerdos, sus vivencias y sus esperanzas. Esa mujer es nuestra conferenciante de hoy, Paloma Gómez Borrero.
(Presentación en el ciclo dedicado por la Diócesis a Juan Pablo II, 8-4-11)