lunes, 28 de marzo de 2011

Una función verdaderamente principal

Altar de cultos de la Hermandad del Consuelo
Aunque tenemos dos horas de radio por delante nunca fui de la opinión de que el caballo deba ser grande, ande o no ande. Como nunca necesité mil nazarenos para que un cortejo en la calle pareciera modélico y digno de ser admirado. Es más, sin gustarme el toreo demasiado, fui siempre más partidario de la faena realizada sobre una losa que de los matadores atletas que recorren toda la plaza en un alarde de plenitud física.
Viene al caso todo ello, con mayor capacidad de sugerencia al referirme a la tauromaquia sin espacio, porque a menudo es posible el milagro de una liturgia detallista y exhuberante pese a que se desarrolle en la antítesis de la Catedral. O sea que han de fijarse ustedes para ilustrarse en la sede cofrade más pequeña que imaginen en la ciudad. ¿Se han situado ya? Pues esa, esa en la que están pensando.
Fue allí, y que nadie me tache de lo que no deba, que ayer se celebraba la función principal de instituto de la cofradía. La primera que desarrollan, acostumbrados como estaban sus hermanos a despliegue de procesión de entrada, ciriales perfectamente ubicados en los lugares oportunos durante la Eucaristía, inciensación del altar, ímágenes, celebrante y asamblea... la primera, insisto, ante semejante limitación espacial.
Ni órgano ni violoncelo ni trompeta faltaban ante unos fieles de entre los que al menos un tercio habían de asistir a la celebración en la calle. Es más, el sacerdote oficiante contaba junto a él, en el escueto altar, con un diácono, un maestro de ceremonias y dos acólitos. Y la capilla presentaba mesa de hermandad con crucifijo, libro de reglas, varas... ¿Que si era necesario todo ello? Probablemente no, claro.
La gloria de Cristo encarnado en la forma consagrada y el vino transustanciado -estrenando cáliz estos días de culto, por cierto- merecen, sin embargo, todo ello y más. No sería menos Eucaristía sin ciertos aditamentos como los mencionados. Pero la función, en efecto, era principal, y también de instituto. Y a todo ello habría que añadir una cola de cofrades dispuestos a renovar su juramento anual al ofertorio. Y cabían. Doy fe de ello.
Una losa, no hace falta más. Como el toreo de José Tomás. O, para mayor referencia de las Sagradas Escrituras: "Se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén daréis culto al Padre", decía ayer el evangelio del día. No hace falta más que el alma dispuesta. Y ayer era el momento, la hermandad lo entendió y, no por disponer de menos espacio que nunca en su corta historia, hizo menos de aquello a lo que nos tiene acostumbrados.
Felicidades a los protagonistas. Y feliz tercer lunes de Cuaresma para todos ustedes. Sean todos bienvenidos a nuestro 'Carrera Oficial' de hoy.
(Cope-Jerez, editorial en 'Carrera Oficial', 28-Marzo-2011)

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