miércoles, 9 de marzo de 2011
Es Miércoles de Ceniza
El producto de la incineración de los olivos sobrantes del Domingo de Ramos del año anterior es más que suficiente para que, un año después, nos señale en la frente la condición de llamados a una sobriedad que nace de nuestra propia pequeñez.
Si es fruto de la fe aquello que hoy, Miércoles de Ceniza, nos hace vibrar por dentro de un modo especial cada cual sepa. Si lo que le ha dado un sentido distinto a la jornada son las ganas de cofradías en la calle lo dilucide cada uno en su momento.
Lo cierto es que la mañana ha puesto su nota tradicional obligándonos a mirar a cielo tan gris con los ojos de los llamados a agarrar la superstición tontorrona como si nos fuera la vida en ello. Y si no tanto... quizá sí evocando la idea de siempre.
Y, al final, llovió. Por ello ahora he de decir que se tuerce la cosa de cara a una Semana Santa que, dentro de cuarenta días, ya nos habrá hecho olvidar la imposición cenicienta que ocurre a esta hora en tantos templos de la ciudad. Qué le vamos a hacer.
Yo soy de los del disfrute de vísperas, porque a la hora de la fiesta ya se sabe que el calendario correrá lo suficiente como para que ni nos enteremos de la fecha en que vivimos una vez se sucedan cortejos y pasos, capas y espartos, silencios y músicas.
Es Miércoles de Ceniza y, mal que me pese el cierto desarraigo que impone tanto trabajo, llega la hora de los silencios, de la paz del interior del templo, del besapiés imponente, de la celebración de liturgia trentina y del ambientito cofrade en la calle.
Saludos al inicio de la Cuaresma y no se priven. Salgan a la plaza pública con la frente tiznada y no se callen lo que son. El cofrade sevillano Joaquín Moeckel lo dijo claramente el lunes en un foro público de Jerez: "Yo soy cristiano, pasa algo?"
(Cope, editorial en 'Carrera Oficial, 9-Marzo-2011)
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