lunes, 26 de julio de 2010

Vacaciones en la 'isla' de las barriadas rurales


Sentados en el banco de la marquesina de la línea de autobuses, que llegan menos a la barriada rural durante el verano, dejan pasar el tiempo sin mucho más con lo que disfrutar en plenas horas caniculares. Es mediodía en Las Pachecas y tienen tuneado el habitáculo con las marcas de una ocupación más que habitual. Siempre ha sido así en las barriadas rurales, carentes de piscinas en las que aliviarse u otras propuestas de ocio para jóvenes y mayores, de centros de día para éstos últimos y, para creciente preocupación estival, con ciertos recortes en algunos servicios.
Son las vacaciones en la 'isla' de un Jerez rural que vive demasiado desconectado de la ciudad a lo largo de todo el año pero que, durante estos meses, observa con mayor desazón el «abandono en el que nos tienen». Lo dice unos de los chicos que, fumando junto a otros compañeros y compañeras de horas muertas, mira a la cámara con un punto de resignación y otro de queja honda. Los compañeros asienten. Todos se ríen y siguen a lo suyo. «Pon que nos hacen faltan actividades, cursos, transportes y también viviendas», añade.
Ana Rosa Pérez, la presidente de la federación vecinal Unión Rural, asegura que «los problemas de la adolescencia en esta zona se centran, en este momento, en la falta de alternativas culturales y de ocio». Los autobuses (es la compañía Linesur la que atiende esta concesión) han dejado ya su frecuencia vespertina en sólo dos presencias: «A las 17.30 y las 20.30 horas», explica. «Ni para tomar un refresco en el centro», aclara poniendo ejemplos de chavales con padres sin coche y otras situaciones que contribuyen al aislamiento denunciado.
Sin centros cívicos o de día
Así es el verano en lugares como Cuartillos, Las Pachecas, El Mojo-Baldío Gallardo, Gibalbín, La Ina, Las Tablas, Lomopardo, Mesas de Asta, Rajamancera, Torremelgarejo, La Corta, Los Albarizones, La Guareña, Majarromaque, Mesas de Santa Rosa o el Puente de la Guareña. La ausencia de centros cívicos en las diversas barriadas rurales, más presentes en las pedanías aunque no en todas, se da la mano con la carencia de centros de día para mayores o unos centros de salud con médicos sólo dos días a la semana y sin especialistas.
Puestos a comparar con la ciudad todo ejemplo parece bueno: «No invierten en internet en la zona rural mientras que en Jerez van ya por el 'wifi'», se queja Ana Rosa, empeñada en nuevas posibilidades de diversión y poniendo brazos en jarra al acordarse de la delegada del Medio Rural: «Cuando escucho a Mari Carmen Martínez me indigno, ¿qué clase de gobierno socialista tenemos?», dice la presidenta de Unión Rural recordando que hay barriadas rurales sin alcantarillado ni agua potable mientras «en Jerez hay calles que arreglan cuarenta veces».
A vueltas con la necesidad de centros cívicos que proporcionen actividades interesantes a pobladores de las barriadas rurales como los chavales de la parada del autobús en Las Pachecas, recuerda la presidenta las pedanías que cuentan con esta infraestructura (La Barca, El Torno «aunque en muy malas condiciones»...). Pero el dolor es mayor al evocar algún equipamiento del que podrían ya disfrutar: «Yo vi firmado un proyecto en 2005 para Cuartillos en un suelo de 1.700 metros, ¿qué están esperando para hacerlo?».
Junto a problemas de siempre
Las necesidades parecen no querer saber de crisis ni el verano de la resolución de problemas que lo seguirán siendo en otoño, invierno y primavera. «¿No se dan cuenta de que la legalización de viviendas en las cañadas es una riqueza para Jerez, a qué están esperando?», clama en referencia a uno de los que más preocupan a los vecinos de las barriadas rurales. 13.787 personas están empadronadas en ellas. Son las hermanas pequeñas de las pedanías, con más prestaciones pero sin parangón con la metrópoli.
Desde la barriada de La Corta, Ana María Velasco, la actual delegada de Alcaldía, reconoce que la comunicación con Jerez es pésima y el estado del servicio de autobuses es un ejemplo. Así como que «para la gente joven no hay ni actividades ni infraestructuras». En similares términos se expresa Diego Almodóvar, delegado de El Portal: «Los jóvenes tiene que salir a Jerez o El Puerto pero también hay que acordarse de los mayores». Siguen sin centro de mayores pese a que «llevo 12 o 14 años reivindicándolo», dice enfurruñado.
Almodóvar recuerda que la subvención que tenían para los mayores de la barriada lleva cuatro años sin llegar lo que imposibilita que pueda atenderse a este colectivo como se merecen. En Cuartillos, por ejemplo, las actividades para los abuelos siguen adelante aunque con dificultades. Lo reconoce Francisco Candelera, delegado de Alcaldía de esta otra barriada rural. «Es cierto que en verano no hay ninguna actividad», generaliza recordando lo mucho de lo que carecen, «por ejemplo de piscina».
Ejemplos para dar y tomar
A apenas diez kilómetros del casco urbano jerezano existe éste otro mundo tan distinto: «Está muerto el Jerez rural», dice Candelera. Cuartillos es de los enclaves rurales que evidencia los recortes de la frecuencia de los autobuses. Tiene la barriada centro de salud y farmacia pero no consigue disponer de un médico que atienda con puntualidad. El delegado anota que la consulta está prevista a las 11.30 horas pero como viene de pasar consulta en Las Delicias rara vez llega antes de las 13.00 horas.
Todas las barriadas rurales sufren de similar precariedad. Y es indistinto que la busquemos junto al límite de la provincia de Sevilla, como ocurre con Gibalbín, o en el confín más alejado de la ribera del Guadalete a sólo unos kilómetros de Jerez. Con todo, la distancia es uno de los mayores hándicaps con los que pueden encontrarse estos vecinos manifiestamente tratados como ciudadanos de segunda. A la hora de la verdad la distancia da igual si la facilidad de los más cercanos consiste en huir mejor de su núcleo de población.
Existe, sin embargo, una solución intermedia para los vecinos de las barriadas rurales. Sus hermanas mayores, las ocho pedanías, tienen para ellas algunas respuestas. No demasiadas, desde luego. Sólo algunas. Pero las limitaciones con las que afrontan, éstas otras, la atención de poblaciones de sus dos y tres mil habitantes en algunos casos no ponen fácil convertirlas en panacea ante las carencias que arrastran las barriadas rurales, un inframundo muy alejado -y no sólo espacialmente- de tantas de las comodidades urbanas.
Mejor en las pedanías
La pedanía de Torrecera, con 1.300 habitantes, es un buen ejemplo del «total aislamiento» que sufre todo el Jerez rural. Lo asegura Manuel Bertolet, su alcalde, quien ya pone el parche señalando que «nuestros servicios ya son muy precarios». Él añade otra pega: «Antesdeayer tuve que denunciar que llevo un mes sin policía cuando llevaba 15 días con una pareja». Torrecera es tan sensible a la seguridad que ya el año pasado organizaron diversas patrullas ciudadanas que se propusieron garantizarla.
Por contra, en Las Pachecas alguien observa exagerada seguridad. Los chavales de la marquesina se quejan de que, en su búsqueda de espacios en los que disfrutar del tiempo libre estival no faltan las personas que se consideran molestadas por tal presencia ociosa: «Los vecinos llaman a la Guardia Civil, incluso nos cachean». Y al final vuelve el debate sobre la falta de sitios, ni siquiera de elaboradas infraestructuras: «Con un parque rural de bajo coste bastaría», sugiere Ana Rosa Pérez, la presidenta de Unión Rural.
Regresamos a Torrecera donde no sólo se quejan de la escasa presencia policial: «Nos han suspendido el servicio de Pediatría hasta el 4 de octubre», dice Bertolet sobre esta atención de la que disponían dos veces en semana. Y tampoco se sustrae esta pedanía de la queja sobre los autobuses. A cambio, se muestran orgullosos de su piscina. «Le hemos dado un sentido social -dice el alcalde pedáneo- porque como no hay otra cosa en el pueblo hemos decidido que durante tres días a la semana los vecinos entren gratis».
Evidentemente es la envidia de los vecinos de las barriadas rurales y el dedo de Ana Rosa Pérez, al borde de la piscina de Torrecera, es lo suficientemente elocuente: «Una así queremos todos en nuestras barriadas». El Torno la tiene también. Ésta otra pedanía dispone de la piscina más antigua de la zona. «Sanidad dice que es la mejor cuidada», dice Miguel Morales, el alcalde. De otras cosas se siente menos orgulloso: «Hace falta que arreglen unas pistas multiusos».
Mientras ocurre o no, las opciones para el ocio en el Jerez rural seguirá marcadas por la precariedad denunciada. Por ello continuará siendo posible contemplar a los chicos de Las Pachecas conversando y fumando en la marquesina del autobús. Al fin y al cabo en verano llegan menos a la barriada los transportes públicos. Y ellos cuentan, en la parada de marras, con el lugar de reunión alternativo aunque, desde luego, carente de todo tipo de alicientes. Es lo que hay.

(La Voz, 26-Julio-2010)

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