Admiro a Álvaro Domecq Romero. Me parece un hombre emprendedor, muy alejado del rol del señorito, muy sensato y con una prudencia de la que podrían aprender muchos. Apenas habla por no ofender. Semejante personalidad, con la de los colaboradores que se terciasen, generó el proyecto 'A campo abierto', toros y caballos evolucionando en el madio natural campero que, junto a gastronomía eminentemente andaluza, proporcionara un ocio distinto a cuantos visitantes se lo propusiesen.
No sé si faltó una excursión que llevara a todos los parlamentarios catalanes a su finca de Los Alburejos antes de la sesión de ayer de tan nefasto recuerdo para los taurinos. Alguna iniciativa parecida quiero pensar que se habría organizado en ese tiempo de reflexión y debate sobre la prohibición ya perpetrada. Pero dudo mucho sobre si, producida esta invitación a conocer eso que se ha borrado del futuro de Cataluña, la propuesta tuvo la calidad de la presentación de Domecq y los suyos.
Hoy leo a Antonio Romero y Pepa Pacheco en La Voz los efectos del "estoconazo a la ganadería de lidia provincial". Nuestra tierra, junto a Sevilla, es la que más ganado bravo venía vendiendo en aquel rincón nororiental de la geografía española. El empresario Pedro Balañá dice que "es una limitación a la libertad", el torero Juan José Padilla que "el veto catalán es lamentable para todo el país" y mi admirado Álvaro Domecq que "con esta actuación se divide aún más al país". Ahí la has dado.
Son 3,7 millones de jornales (dato que facilitan los compañeros en el periódico) los que genera el mundo del toro en todo el país. Unas 200.000 personas encuentran trabajo esporádico en este sector. Ya ven, en la excelente foto que hacía ayer Juan Carlos Corchado en la finca de Domecq en Medina Sidonia, a un par de esas personas que podrían perder su empleo. Por delante corren los toros. Quizá embistan (disculpen sus señorías) a los parlamentarios de marras que, fuera del encuadre, huyan.
Eso es esta prohibición para mí: una carrera sin sentido. ¿Hacia dónde? No pregunten por saber que el tiempo se lo dirá.
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