domingo, 25 de julio de 2010

Al final de la calle mayor de Europa


Hoy es día de Santiago. Felicidades a Cordero, Ontañón, los Abeledo padre e hijo y otros buenos amigos de onomástica. Hoy es el día en el que vuelvo a no acudir a abrazar al Apóstol. El sueño que hace unos años tengo sigue sin cumplirse. Y éste no es una excepción por muy Año Santo Compostelano que sea.
A cambio veo esta mañana un reportaje magnífico que, sobre los elementos religiosos y laicos del Camino o sobre las alegrías y penas que lo acompañan o sobre el incremento del PIB gallego fruto de lo que el marketing etiquetó con el nombre de Xacobeo, me ha llevado a un lugar que imagino de encuentro y reflexión.
Escucho que tres son los peligros que los peregrinos más temieron siempre: los ladrones que durante siglos arrebataron las mínimas posesiones de los caminantes, las heridas de pies y otros lugares del cuerpo y la concentración de monjes en ciertos puntos para mayor carga de donativos inesperados.
El mío es, sin embargo, que avanza mi edad y más se acerca el momento en el que sea tarde proponerse hacer el Camino de Santiago. Yo que tanto me identifico con la mortificación como vía para recordar qué somos realmente me desasosiego comprobando que no son pocos los que lo hacen por puro turismo.
También escucho llamarlo la 'calle mayor de Europa'. Y eso me gusta cuando al secular flujo de ciudadanos de este viejo trozo del mundo se refiere. Unidos por la espiritualidad llegaron desde tiempo inmemorial. Que nos siga uniendo, que falta nos hace. Apóstol Santiago, bendita sea tu llamada. Prometo darle respuesta.

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