lunes, 23 de febrero de 2009

Mis 23-F: estampida en el Coloma


Mis clases en el Instituto Padre Luis Coloma encontraron esa tarde una interrupción al estilo que los documentales de La 2 ofrecen con los ñus de la sabana como ruidosos y corretones protagonistas. Y lo cierto es que ninguno de aquellos alumnos del Nocturno sabían, a ciencia cierta, lo que ocurría.
Yo no tenía más que once años cuando murió Franco pero, cosas de la edad quizá, cuando poco más allá de cinco años después Tejero entraba en el Congreso de los Diputados no hubiera pensado que la recién nacida Democracia estuviera aún en pañales. Pero, claro que lo estaba. Esa noche se supo bien.
Mis libros bajo el brazo me llevaban por calles Guadalete y Sevilla camino de unas clases que, con un turno que era opción personal, me dieran la oportunidad de buscar algún trabajillo con el que ir ayudando en casa. Serían poco antes de las siete de la tarde, de una tarde plácida. Pero sólo aparentemente.
En la portería del Instituto, casi bajo las arcadasde ese edificio tan característico y tan polivalente que llegaría a convertirse en cárcel para la película 'Cuba', una radio encendida comenzaba a evidenciarlo: "Oye, que dicen que ha entrado no sé quién en el Congreso", señalaba el portero a uno que pasaba. No hice ni caso.
Mis quince años, cuajados de intereses en las niñas y en la música (Triana, Imán, Cai, Alameda...), no me ofrecieron nunca demasiados empeños por la política. Pese a lo interesante de semenjante momento de la Historia de España. Así que, "qué más da quién esté entrando en el Congreso" pensaba. Lo único importante es que dieran pronto las once de la noche, hora de finalización de las clases.
Las aulas del Coloma regresan a mi memoria con una evidente vitola de romanticismo que tiene que ver más con un celofán de recuerdos bellamente distorsionados que con una realidad que yo mismo constatase cuando, por ejemplo, me reencontrara con ellas, años depués, en aquellas primerizas sesiones del Foro Humanismo y Ciencia.
Alguien confirmó, quizá el profesor que tocaba para abrir boca esa tarde del 23 de febrero de 1981, que aquello era lo que era. Y tímidamente comenzaron a sonar los nombres de Tejero, Armada, Milans del Bosch... así como situaciones como aquellos tanques que salieron a las calles en Valencia.
El resto fue un "mariquita el último" que nos echó, desde la primera planta del Instituto, hacia aquel rellano de la puerta. Quienes conocen aquellas escaleras del Coloma saben de su capacidad. Pero quedó desbordada por la muchedumbre, por las incertidumbres y hasta por los fantasmas del pasado.
Recordar aquella estampida, con gente que rodó hasta la puerta y demás griterio, es evocar años mozos entrañables en el album de cada cual, más que sospechar, realmente, que el recuerdo de aquel 23-F, a base de comparecencia del Rey y manifestaciones multitudinarias, consolidara demasiadas cosas.
Algo habrá avanzado en nuestra Democracia pero... ¡quedan tantas cosas por hacer!

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