martes, 17 de febrero de 2009

Editores con... otra vocación


La sospecha sobre el gusto especial del periodista por aquello que hace no es algo que no pueda comprobarse, creo yo, a cada momento, en cada pieza informativa o en cada ejercicio de la profesión allá donde ésta ponga de manifiesto los talentos de cada cuál. La sospecha, sin embargo, sobre el gusto especial del propietario de un medio de comunicación por la dedicación de su tiempo y, sobre todo, su dinero a aquello en lo que ha desembarcado quizá no dé la cara tan fácilmente. Al menos eso sospechaba yo cuando, sin embargo, intuía, para mi desesperación al creerme el único en notarlo, de qué va alguno de esos editores que, alguna vez, he tenido a tiro (metafóricamente, claro).
Ayer escuchaba a José Antonio Sentís, director general de El Imparcial, que el periodista, generalmente, quiere hacerlo bien pero, y se preguntaba, "¿hasta dónde puede llegar la empresa periodística en favor de sus premisas comerciales o ideológicas respetando, sin embargo, la ética profesional periodística?". La mesa redonda en la que participaba, en el marco de la Asamblea de Delegados Diocesanos de Medios de Comunicación Social, comenzaba a poner el dedo en una llaga que no sólo nos interesaba a todos, a muchos al menos, sino que ello nos permitía, en las conversiones distendidas posteriores, poner ejemplos que ilustraban esta realidad en cualquier sitio de España.
El cambio de propiedades de los medios desde firmas editoriales verdaderamente vocacionales del mundo de la comunicación hasta aquellas otras de procedencia inmobiliaria o chamarilera, qué más da, es una certeza no denunciable pero sí lamentable. Al menos, a juzgar por algunos resultados muy conocidos que todos podemos tener en mente. Y Sentís lo llevaba con especial capacidad hasta el terreno de contenidos publicados "en función de sus intereses o negocios secundarios". José Javier Esparza, crítico de televisión y director del programa de Cope 'La Estrella Polar', sumaría aquella afirmación por la que claro queda que "la llave de los garbanzos la tienen otros, no los periodistas".
Que así no hay forma de tener garantías ético-periodístcas de un resultado fetén de todas todas fue evidenciado palpablemente, al final de la tarde, por el presidente de la Asociación de la Prensa de Madrid, Fernando García Urbaneja. Sus conclusiones fueron las que siguen: que la ética no está en la agenda, que los dirigentes sociales y políticos inciden en el periodismo para manipularlo, que los ciudadanos no protestan sino que recelan y se van, que se impone lo banal y el espectáculo, que la búsqueda de la verdad no es una exigencia y el interés público tampoco y que la libertad termina amparando las malas prácticas. O sea, mucho de lo que encontramos en los medios y no nos gusta.
No están las cosas, y basta remitirse a esta crisis que tanto se referencia en el mundo de la comunicación, para exquisiteces ni selecciones entre los empresarios. Pero lo que no podemos negar es la peligrosa incidencia de semejantes propiedades, en términos éticos, en algunos periódicos, radios o televisiones en el resultado final. A esta hora de la mañana, y mientras interviene el catedrático de Tecnología de la Información Javier Nó nos explica las posibilidades de los blogs, yo procedo a colgar en el mío esto otro que es una inquietud razonable que no intenta sino evidenciar el callejón, tal vez sin salida, en el que se ha instalado la comunicación.

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