La vuelta a los orígenes es lo que parecen proponerse, inconscientemente, nuestras hermandades y cofradías que, cada vez en mayor medida, contemplan entre sus posibilidades de futuro la instalación de un columbario en su sede canónica. Cuando hace cinco o seis siglos se ocupaban de recoger de las calles a los difuntos para darles enterramiento no podían imaginar, aquellos cofrades del Medievo, que llegaría una época en la que se impondría la cremación pero que, a la hora de la verdad (por muy avanzados que nos veamos en la actualidad) las cenizas, con o sin urna funeraria, podrían terminar también, como entonces los finados por la peste, en cualquier sitio. Aunque fueran delicadamente vertidas y el destino hubiera sido elegido por el propio difunto.
Y lo cierto es que hasta hace siete años no contó Jerez con su primer columbario, el segundo en toda Andalucía tras el del Cristo de Mena en Málaga. Fue la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno la que, en un empeño dificultado por ciertas actitudes contrarias a la iniciativa desde el propio seno de la Iglesia, se atrevió a dar el paso. Desde entonces, en dependencias anexas a la capilla de San Juan de Letrán pueden encontrar acomodo a sus cenizas hasta ocho mil difuntos. La imagen del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, aquél que San Juan Grande encargó a Andrés de Ocampo vela, a la puerta, el descanso enterno de los moradores del columbario. Era hermano mayor, y máximo impulsor del proyecto, el animoso José Castaño Rubiales.
Ahora, mientras parece cobrar cuerpo similar proyecto en la sede de Las Angustias, se nos presenta también un macrocolumbario de iniciativa privada que, basando su empeño en la clientela cofrade, nos desvela que, por mucho que se nos ofrezca convirtiéndonos en agentes comerciales de un proyecto ajeno, hemos estado perdiendo el tiempo -sea la culpa de quien fuere- al no habernos dotado nosotros mismos de esos columbarios menos masivos que el pretendido por esa empresa pero seguro que con más unción. Nunca puede soñar un cofrade mejor descanso para sus restos últimos, aunque convertidas ya en meras cenizas, que la cercanía de los titulares. Nunca mejor los ingresos generados por tan necesario negocio que encaminados al beneficio de parroquias y cofradías que, por esta vía, pueden ayudarse, para sufragar el mantenimiento de los templos.
(COPE-Jerez, 'Carrera Oficial' 04-02-09)
Y lo cierto es que hasta hace siete años no contó Jerez con su primer columbario, el segundo en toda Andalucía tras el del Cristo de Mena en Málaga. Fue la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno la que, en un empeño dificultado por ciertas actitudes contrarias a la iniciativa desde el propio seno de la Iglesia, se atrevió a dar el paso. Desde entonces, en dependencias anexas a la capilla de San Juan de Letrán pueden encontrar acomodo a sus cenizas hasta ocho mil difuntos. La imagen del Santísimo Cristo de la Buena Muerte, aquél que San Juan Grande encargó a Andrés de Ocampo vela, a la puerta, el descanso enterno de los moradores del columbario. Era hermano mayor, y máximo impulsor del proyecto, el animoso José Castaño Rubiales.
Ahora, mientras parece cobrar cuerpo similar proyecto en la sede de Las Angustias, se nos presenta también un macrocolumbario de iniciativa privada que, basando su empeño en la clientela cofrade, nos desvela que, por mucho que se nos ofrezca convirtiéndonos en agentes comerciales de un proyecto ajeno, hemos estado perdiendo el tiempo -sea la culpa de quien fuere- al no habernos dotado nosotros mismos de esos columbarios menos masivos que el pretendido por esa empresa pero seguro que con más unción. Nunca puede soñar un cofrade mejor descanso para sus restos últimos, aunque convertidas ya en meras cenizas, que la cercanía de los titulares. Nunca mejor los ingresos generados por tan necesario negocio que encaminados al beneficio de parroquias y cofradías que, por esta vía, pueden ayudarse, para sufragar el mantenimiento de los templos.
(COPE-Jerez, 'Carrera Oficial' 04-02-09)
No hay comentarios:
Publicar un comentario