Monseñor Melgar en al Obispado de Jerez. Foto de J. C. C. |
-¿Es en ello donde reside la importancia de la preparación para el matrimonio?
-Claro, pero a veces la hemos entendido mal al poner todo el esfuerzo en los cursillos sin considerar que hay un antes y un después. La más remota es la experiencia que cada cuál traiga desde su familia y luego está la importancia del noviazgo. En el noviazgo está el antídoto contra tantas separaciones. A veces no se está aprovechando este período para promover un mayor conocimiento mutuo, que es fundamental para hacer un proyecto común. El noviazgo es una especie de obra de artesanía en la que cuantos más esfuerzos pongamos mejores serán sus frutos. Luego estaría el cursillo. Pero la preparación no puede terminar el día en que una pareja se casa. Luego tiene que haber un cultivo del amor, del matrimonio, de la pareja.
-Pero en un momento en el que el propio matrimonio parece tan inestable, del noviazgo ni le digo. ¿Cómo hacer lo que sugiere?
-Es cierto que los jóvenes hoy no son novios hasta el día antes de la boda. Pero desde la pastoral si que tenemos que estar atentos a crear grupos de amigos novios, alguna orientación a partir de la Confirmación. A veces el noviazgo es una pérdida de tiempo porque pasan los años hasta que toca casarse de puro aburrimiento o por insistencia de la familia. Pero a veces se casan sin saber si realmente esa es la persona adecuada. Porque han gastado el tiempo sin llegar a hablarlo. Es la única manera de valorar la posterior estabilidad en el matrimonio. Yo entiendo el matrimonio como una historia entrañable que se compone de otras dos igualmente importantes. Pero que terminan construyendo una tercera que no tiene que coincidir ni con la de él ni con la de ella. Y ése es un esfuerzo que hay que hacer por intentar acoplarse, encajar las diferencias.
-¿Tienen ustedes en la Subcomisión de Familia de la CE elementos que nos puedan mover a la esperanza ante tanto fracaso matrimonial como se generaliza?
-Yo tuve a mi cargo una parroquia de 20.000 habitantes en Palencia, antes de ser obispo, y llegué a tener 57 parejas de matrimonios recién casados trabajando en grupos. Son ellos los que se fueron convenciendo e, incluso, llegaron a percibir la necesidad de cuidar también su respectiva vida de fe.
-¿Y cómo llevan los obispos la existencia del matrimonio entre homosexuales?
-Hay que respetar que haya gays y lesbianas, son personas y como tal hay que respetarlas. Lo que no se puede admitir nunca es que eso sea matrimonio, que lo llamen otra cosa. Es lamentable que, por la incultura religiosa existente, la gente se confunda. Un hombre y una mujer son los que pueden constituir un matrimonio.
-¿Esperan la reversión legislativa al respecto del denominado matrimonio homosexual?
-Pues parece que el nuevo Gobierno iría por ahí pero ya veremos hasta donde son capaces de pronunciarse y de conseguir. Todo esto ha hecho mucho mal al matrimonio y a las familias y los cristianos tenemos que luchar. Otra cosa son los derechos civiles, en los que no entramos en el marco de respeto que se debe tenerles como personas.
(La Voz, 5-Marzo-2012)
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