Foto de Juan Carlos Corchado |
Se desconoce si por haberse visto pilladas de tiempo las entidades caseteras o por un punto de desgana en un año aún difícil por la crisis. El caso es que no faltan profetas del optimismo: «A mí me parece que la Feria va a estar guapa», dice Faustino Rodríguez mientras marcha, en el Paseo Principal, entre El Ajolí y el Bar Juanito, sus dos casetas. Pero ni siquiera a él se le escapan las dificultades: «La cosa está chunga y yo porque me muevo y salgo en más fotos que una farola, viajo y me muevo más que la cola de una lagartija», añade.
En la Feria desde 1965, el conocido restaurador reconoce haber vivido situaciones muy diversas aunque mantiene la calma con respecto a la incertidumbre sobre cómo se dará este año: «Lo que no podemos esperar es que sea como la del 2006, que fue el mejor de todos para mí, el último de esos años dorados que tuvimos desde 2002», apunta. A otros no les ha ido igual. Juan Miguel Flor, por ejemplo, hace cuatro años que abandonó una trayectoria en la que sumó la atención del Templete Municipal, Tien 21 y el Colegio de Abogados.
«Yo respeto a todo aquel que va a la Feria pero yo no me considero casetero sino restaurador», dice Flor, quien asegura que «cuando yo he ido al parque lo que he hecho es trasladar mi negocio pero me veo obligado a reforzar los criterios de calidad, si me apuras más aún que cuando atiendo en mi restaurante porque la Feria es un escaparate». Ciertas cosas, en cualquier caso, no están pagadas. «Dejé de ir porque las exigencias, con respecto a lo que la Feria me podía aportar, no me compensaba», añade el restaurador escaldado.
Este año han intentado convencerle para que regresara pero no hubo forma: «Me piden 6.000 euros y que les dé un 'pescaito' para unas 200 personas lo que termina costándome otros 6.000 euros, equipos de música (cerca de 4.000 euros), mesas, sillas, servicios, luz, agua... Cuando te vienes a dar cuenta y haces números te terminas preguntando para qué ir a la Feria». Por ello ha vuelto a dar calabazas. Otros aceptarán: «Yo entiendo que vengan caseteros de fuera de Jerez, de los pueblos de Sevilla como se ha puesto de moda».
75%, restauradores de fuera
Dicho y hecho. Desde Lebrija, El Cuervo o Utrera llegan, desde hace unos años, cada vez más profesionales de la restauración dispuestos a explotar nuestras casetas. «Yo me atrevería a decir que un 75% de casetas de Jerez están atendidas por restauradores de fuera», dice Ángel Utrera. Desde Dos Hermanas lleva doce años viniendo al Hontoria. Las casetas de la Peña Los Trece, La Gañanía, Los Cascabeles, La Soledad (aunque no este año) y El Carril saben de su trabajo. A ello hay que sumar otras ferias como la de Mairena del Alcor, Sevilla o Málaga.
Para él, como para otros que llegan desde otras localidades, no existen los complejos de aquellos que pretenden que su presencia sea un escaparate de su negocio de todo el año: «Jerez tiene un paro muy importante y la crisis es grande pero, aunque no salen los carabineros y las cigalas como antes, la gente responde». Utrera lo tiene claro, basta con «dedicarse a las croquetas, las lagrimitas o los flamenquines». Ni las previsiones de ocupación hotelera (hasta el 95%) da más esperanzas. Los jerezanos son, al fin y al cabo, la incógnita.
«Subir las ventas este año es difícil que ocurra aunque parece que vamos viendo una luz al final del túnel», observa el restaurador nazareno, para quien «se mantiene un cierto temor en el personal y gastan lo justo, además ahora se está aprendiendo que un euro es un euro». Por eso asegura que «yo firmaría las mismas cifras que el año pasado, no puede haber más bajada porque ya llevamos tres años consecutivos de caída». Así las cosas, se mantiene la ilusión de una cita que disipe las dudas sobre su rentabilidad lo más pronto posible.
Mientras tanto, un relativo bullicio llena el recinto ferial de coches mientras uno sigue observando tajos a intensidades diversas. Desde la treintena de casetas de las que, hasta primera hora de la tarde de ayer, nadie parecía saber nada hasta las que, como la Casa de Pueblo, del sindicato UGT, ya finalizada de instalar ofrecían su menú del día el mismo domingo de la manifestación del Primero de Mayo. Cada cual a su ritmo, todos buscan el objetivo de que el González Hontoria se parezca el próximo viernes a lo que debe ser.
Catedral de la alegría
Martillazos, 'rotaflex' y generadores otorgan estridente banda sonora allá donde, en unos días, las sevillanas se adueñarán del ambiente. Tampoco el alumbrado parece finalizado a estas alturas. La empresa Ximénez aún tiene por los suelos algunos de los elementos novedosos con los que convertirán el parque en la catedral de la alegría y la diversión. Eso es, al menos, lo que sugieren los módulos de arcos ojivales que, en el Paseo de las Palmeras, llaman la atención de quienes aseguran no terminar de pronunciarse hasta que puedan verse encendidos.
Los moteros del Club Cherokee no han esperado para gozar del acontecimiento y ya disfrutaban de su caseta el domingo. Mientras, un grupo de niños, junto a la del Prendimiento, jugaban un partido de fútbol en una de las que aún no han comenzado a instalarse, la del Casino Jerezano. Y la Casa del Pueblo ya ha colgado, durante el puente, la primera oferta gastronómica de la Feria: un primer plato de paella, menudo o sopa de picadillo y un segundo de lomo, carrillá o pescado, por solo 6,95 euros con bebida incluida.
La alternativa barata para beber algo mientras se trabaja la viene proporcionando un señor que tirando de un carro vende, con un nevera, refrescos y cervezas. «Más barato que en el bar», pregona. Llegó la competencia al González Hontoria. Y aún no ha comenzado la Feria del Caballo. Algún paseante se ha venido aprovechando ya de ello. Tampoco parecen demasiados aquellos que han aprovechado el puente para ir al Hontoria. Tranquilidad excesiva. Incluso para lo feo que el cielo se ha brindado a cuantos lo han intentado.
Y Manuel Serrano, en silla de ruedas y víctima de una tendinitis que quiere superar antes de que llegue el fin de semana próximo. El hermano mayor de La Borriquita se encuentra satisfecho: «Estamos desde el viernes, y han venido muchos hermanos al montaje». «Hemos modificado la fachada y hemos incluido los colores nuestros, que son muy jerezanos», añade encantado. «Queremos terminarla el sábado para inaugurarla el domingo con una comida de hermandad» señala mientras las hermanas sacan empanadas y otras viandas.
No muy lejos, Borboreo toma también forma. El planteamiento es distinto. Ni hay convivencia fraterna mientras se trabaja ni despliegue para el picoteo. Pedro Vázquez ha sido contratado para instalarla. «Lo llevamos bien, salvo los días de agua, por eso tenemos que darle un achuchón para acabarla», añade sin excesiva preocupación. «Lo peor es que el techo va de farolillos y eso es más entretenido que si extendemos una tela», explica mientras se muestra encantado con el resultado con el que da respuesta al encargo.
Pedro no trabajará durante la Feria. Lo suyo es el montaje, tanto de la de Borboreo como de la de CC OO, ya terminada. Caso contrario es el de José María Iglesias, que ha sido contratado como camarero en la caseta La Farándula, atendida por Casa Gabriela. «Con esto de la crisis la cosa va a estar complicada», lamenta. Hace cuentas y, aunque le han ofrecido 1.100 euros por toda la Feria, ahora tiene dudas sobre si eso es con la Seguridad Social descontada. Tal y como están las cosas se teme lo peor. «Llevaba cinco meses sin trabajar, espero que vaya bien», añade esperanzado.
(La Voz, 3-5-2011)
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