Foto de Esteban |
La 121 del parque fue luz en medio del recinto más que mera caseta en vísperas de inauguración de la Feria del Caballo 2011. Abrió el acto Lalia González-Santiago, directora de LA VOZ. Luego, la pregonera abriría el baúl de sus recuerdos feriales para dar así los primeros pasos en dirección al Hontoria.
«Más que recuerdos parecen sueños, eso es la Feria para mí, un sueño», dijo abundando: «Guarda similitud con los cuentos de niñas donde a las princesas las vestí de flamencas, las pócimas las guardé en catavinos y a los príncipes los coloqué en los mejores caballos jerezanos». «En ese cuento, me quedé, y lo llamé Feria de Jerez», completó evocando su niñez.
A partir de ahí aparecieron el parque, el caballo, los toros, los vinos o el flamenco. Todo menos las estridencias: «Al llegar la tarde noche, la Feria se inunda de ruidos que se alejan de cualquier sonido que expresan arte, solo este detalle destruye tanta belleza y armonía», lamentó. Pero, positiva, se afianzó en los ingredientes presentados.
A ellos añadió el alumbrado y el instante sugerente del encendido. «Es como si desde el cielo esa luz fuese una inyección de ganas de Feria, como si acabases de llegar y piensas qué bien estoy ahora, aunque lleves desde la mañana». «Ahora es cuando no me voy», recreaba con un entusiasmo tan encendido como el que, para entonces, conseguía transmitir a un auditorio con indisimuladas ganas de Feria.
Entre los asistentes se encontraban políticos como los socialistas Mamen Sánchez, Francisco Benavent, África Becerra y Antonio Fernández; los populares Antonio Saldaña, Isabel Paredes y Antonio Montero, o andalucistas como Santiago Casal. Tampoco faltaron Rafael Lorente, pregonero del año pasado; los miembros de la Asociación Sombrero de Ala Ancha o representantes del Grupo Caballero.
«Lo mejor de la Feria de Jerez son sus gentes», exaltaría Amparo Maciá pormenorizando los valores de los anfitriones de cuantos visitantes nos aguardan: «Señorío, sabiduría, flamencura, sabor y poderío, gentes hospitalarias, de corazón abierto, ganas de compartir y pasarlo bien», apuntó con solemne convicción. «Con los mismos problemas que el resto de la humanidad, pero sabiendo disfrutar».
Solo al final del pregón, acudió a su aportación a este fiesta: los trajes de flamenca. Eso sí, sin olvidarse de los varones: «No se ha visto igual, esos señores impecables de chaquetas albero, rosas y celestes que no se entenderían en otro contexto que no fuese nuestra Feria, o esas corbatas con lunares y exquisitos colores sobre camisas de cuellos más blancos que blancos», explicó con gracia.
El colofón llegó al adentrarse en ese modo especial que tiene Jerez de vestir el traje andaluz: «Aquí nos gusta más el lunar, el estilo más flamenco, más elegante y con más exclusividad». La pregonera, que no pudo evitar emocionarse antes de dar por concluida su intervención, invitó «a todas las mujeres del mundo a lucir en la Feria un traje de flamenca y, con esto, hacerlo patrimonio de la humanidad».
Ceñido al talle y abriéndose en el bajo como una flor lo describió añadiendo «un universo infinito de volantes moviéndose al son del garbo al caminar». Y recomendó «una rosa prendida en el pelo rematando un moño con dos peinecillos». Agotó sus folios respondiendo, con un alegre calendario semanal, a la pregunta de cuándo hay que vestirlo: «Todos los días, señoras, hay que llevar la flor colocada».
El brindis con el que concluyeron sus palabras se materializó en una convivencia posterior con la que, al menos en la caseta de LA VOZ, la Feria del Caballo ya ha comenzado a todos los efectos.
(La Voz, 8-Mayo-2011)
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