
Bares cerrados a la cal y el canto de una situación deprimente. Escaparates prometiendo productos a un euro. Alumbrado navideño apenas instalado pese a que la agenda municipal anuncia inauguración en sólo cuatro días. Un teclado portatil en manos de quien, en la plaza del Arenal, sustituye, cantando en qué sé yo que idioma, los villancicos que la tradición coloca en una megafonía hoy inexistente.
A Pedro Pacheco -espectador divertido en medio de su reflexión interminable- le he leído hoy, en un periódico que acaba de estrenar la presentación modernísima con la que han querido esconder la necesidad de un recorte en colaboradores -más motivos para la pesadumbre individual y colectiva-, que Jerez es "un terrible caos que va en aumento". Habla de mimbres que, un día, tuvo la ciudad y de...
"No hay gobierno", dice. Y yo añado, a juzgar por la patética estampa que me traigo de mi paseo familiar por el centro: "¿No hay gobernados?" Estamos ante la más triste Navidad que jamás hayamos vivido, al menos de mi generación hacia abajo. Más allá de la ficción dirigida por Henry Selick en el 93, 'Pesadilla antes de Navidad', ésta que se dibuja en estos momentos ya promete que lo es antes así como lo será después de las fiestas.
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